INTERESANTE REPORTAJE SOBRE EL DÍA MUNDIAL DEL TEATRO PUBLICADO HOY EN DIARIO DE NOTICIAS.
«Siento el teatro como una asamblea donde público e intérprete se reúnen para explorar la vida». «El objetivo es que el espectador pueda pensar, conocer otros puntos de vista o reafirmarse en sus opiniones». «El teatro debe ocuparse de buscar las leyes internas ocultas que se encuentran bajo la superficie de las cosas». «Es de los pocos lugares donde aun podemos pararnos a ver, escuchar y disfrutar del talento en vivo». «El papel social del teatro es recordarnos a los seres humanos cuál es el lugar que ocupamos en el mundo». «Se hace para el público, no para epatar, para hacer literatura, para gustarnos, para que nos quieran…». «Hacemos teatro para entretener, pero sobre todo para cuestionar nuestra realidad y sus conflictos».

Dice el autor sudafricano Brett Bailey en el mensaje internacional del Día Mundial del Teatro que el espíritu de representación es inherente a la sociedad. Y los profesionales navarros con los que ha hablado este periódico coinciden: es esencialmente una necesidad de los seres humanos, un acto de comunicación pura y un espejo, a veces realista y otras deformante, de lo que somos. En definitiva, una radiografía de opiniones, sentires, anhelos, ascos y gustos. Y casi siempre resulta actual, aunque hable a través de personajes imaginados hace mil años, de ahí que las voces consultadas hayan escogido obras muy diferentes que, a su juicio, reflejan bien el momento que vivimos.

Alfredo Sanzol, uno de los autores más relevantes del panorama, ha elegido La Celestina, de Fernando de Rojas, publicada en 1499. «Vivimos una época en la que la codicia parece que no encuentra límites ni en las normas éticas y morales ni en las leyes», afirma. Y cita un diálogo del texto: «Dice Pármeno: ‘No querría bienes mal ganados’; y le contesta Celestina: ‘Yo sí. A tuerto o a derecho, nuestra casa hasta el techo». «Decía Friedrich Engels que para entender la realidad era necesario descubrir las leyes internas ocultas que se encuentran por debajo de la superficie de las cosas», apunta Sanzol, y añade: «Creo que el teatro debe ocuparse de buscar esas leyes internas. Ese es su cometido político y social más alto».

La directora del Teatro Gayarre, Grego Navarro, opta por Una vida robada, de Antonio Muñoz de Mesa, que este domingo se representará en escenario pamplonés con un elenco encabezado por Asunción Balaguer. «Usted le dijo a mi madre que yo había muerto en el parto» es la frase que Navarro rescata de este libreto que le parece oportuno «porque presenta grandes contradicciones como la necesidad de saber la verdad y la necesidad de ocultar». En su opinión, «una sociedad sin teatro sería mucho más pobre y vacía». «Es importante para que podamos contar las historias que nos inquietan, explorar ideas y sobre todo debatir sobre ellas». Además, «es uno de los pocos lugares donde todavía podemos pararnos a ver, escuchar y disfrutar del talento artístico en vivo».

Víctor Iriarte, autor y crítico teatral de DIARIO DE NOTICIAS, selecciona Esperando a Godot, de Samuel Beckett. Escrita en francés a finales de los 40, publicada en 1952 y estrenada en 1953 en el Théâtre du Babylone de París, en España se representó por primera vez en 1955. «Se puede decir que abrió el teatro a una manera de entender la contemporaneidad», señala Iriarte, que menciona un diálogo de esta obra en la que «tan importante es el texto como las acotaciones»:

ESTRAGON: (Inquieto). ¿Y nosotros?

VLADIMIR: ¿Qué dices?

ESTRAGON: Digo: ¿y nosotros?

VLADIMIR: No comprendo.

ESTRAGON: ¿Cuál es nuestro papel en este asunto?

VLADIMIR: ¿Nuestro papel?

ESTRAGON: Tómate tiempo.

VLADIMIR: ¿Nuestro papel? El de suplicante.

ESTRAGON: ¿Hasta ese extremo?

VLADIMIR: ¿El señor tiene exigencias que hacer valer?

ESTRAGON: ¿Ya no tenemos derechos?

 (Risa de Vladimir, quien se reprime como antes. Mismos gestos, salvo la sonrisa).

VLADIMIR: Me harías reír, si me estuviera permitido.

ESTRAGON: ¿Los hemos perdido?

VLADIMIR: (con claridad). Los hemos vendido.

(Silencio).

Para el crítico, «hoy todo el mundo parece estar como esos dos personajes, sentado al borde del camino, esperando a alguien que no se sabe bien quién es, parece que con el objetivo de que nos ayude a movernos, a cambiar de no se sabe bien qué, a dar sentido a nuestra vida…» Y resulta que nadie va a venir a resolvernos la papeleta, «y mucho me temo que al final tampoco nada se moverá porque a la hora de decidir preferiremos quedarnos como estamos por miedo a eso desconocido que puede venir después». Sobre la tarea del teatro, defiende que debe hacerse «para el espectador». «No para los teatreros ni para los amigos ni para los enemigos; no se hace para epatar, ni para hacer literatura, ni política, ni para gustarnos, ni para que nos quieran, ni para cambiar la realidad o dejar de cambiarla… Así que si el público quiere que el teatro le cuente cosas importantes, estupendo; y si lo que quiere es olvidarse un rato de sus preocupaciones y reírse o llorar imaginando mundos diferentes también está bien». En este último caso, «se convierte el teatro en un activo político y social por su papel curativo».

Ana Maestrojuán, autora y directora, elige la versión del Misántropo de Molière de Miguel del Arco. «Ser franco y sincero es mi único mérito; no sé engañar a los hombres cuando hablo, y quien no posea el don de ocultar lo que piensa debe residir lo menos posible en este país», es la frase que destaca de esta propuesta que trata de la tiranía de las apariencias. «Como lector-espectador te sitúa ante la debilidad humana, ante las bajas pasiones que mueven un mundo corrupto y ante los poderes que rigen el comportamiento humano. Es reflejo de cómo somos y cómo estamos». Más actual imposible. Y es que, para Maestrojuán, «el teatro se hace desde, por y para la sociedad y no debe vivir ajena a ella». «Refleja lo que al ser humano le ocurre, muestra sus anhelos, sus miedos y su historia y, por tanto, el activo social es inherente a él. Su papel es recordar cuál es el lugar que ocupamos en el mundo».

La actriz Maiken Beitia, que acaba de estrenar Cuarteto del alba, de Laurentzi Producciones, y actualmente rueda un episodio de Cuéntame, pone el foco de atención en la violencia de género, «que sigue siendo actual y afecta a toda la sociedad», de ahí que opte por No me hagas daño, de Rafael Herrero, un texto que «denuncia esta lacra social y nos cuenta que los malos tratos no se ciñen a un solo modelo social, económico o cultural». Como ejemplo, apunta un frase de Luisa: «Aquel día debí darme cuenta de lo que iba a pasar, pero no lo hice. Tuvimos una discusión absurda, una de esas que empieza con una tontería…» Según Beitia, el teatro debe jugar un papel «de denuncia y reflexión. A veces se convierte en un espejo que nos devuelve una realidad demasiado dura, pero necesaria. Desde el escenario lanzamos preguntas y son los espectadores los que tienen que encontrar las respuestas; hacemos teatro para entretener, pero sobre todo para cuestionar nuestra realidad, con sus conflictos y sus contradicciones».

La directora de la Escuela Butaca 78, Laura Laiglesia, sugiere Un enemigo del pueblo, de Henrik Ibsen, que muestra «la lucha del individuo contra la sociedad corrompida». «No solo hay que luchar contra el poder político, económico, el de los medios, que son muy fuertes, sino también hay que mantenerse firmes ante el poder de un pueblo manipulado, falso, de doble cara; la honestidad y la libertad de una persona deben estar por encima de todo», subraya Laiglesia, y elige un diálogo:

STOCKMAN: El hombre más fuerte del mundo es el que está más solo.

SRA. STOCKMAN: ¿Y de qué sirve la razón si no tienes el poder?

La directora no cree en un teatro político, pero sí en uno «social-vital». «No debe aleccionar, pero sí mostrar al ser humano» para que el espectador «pueda pensar, conocer otros puntos de vista, comprender reacciones, situaciones o reafirmarse en sus opiniones. Ser un espejo donde verse reflejado, como decía aquel, y como decía el otro: ‘el teatro es vida encima del escenario».

Por último, el actor David Elorz, revisita un clásico, El mercader de Venecia, de Shakespeare. «Las más brillantes apariencias pueden cubrir las más vulgares realidades», recuerda Elorz que dice Bassanio. «Es una obra actual, vemos cómo la ambición de quien tiene el poder y su afán de riqueza le lleva a tomar decisiones sin importarle que en ellas se perderá una vida humana», comenta, el intérprete, convencido de que el teatro sirve «para reconocer la mentira». «Lo siento como una asamblea donde público e intérprete se reúnen para explorar la vida y proponer diálogo. Responder las preguntas que se presentan y desarrollar olfato para crecer y evolucionar como ser humano sincero», termina.