CRÍTICA TEATRO

Conversaciones con mamá. Compañía: Pentación (Madrid). Autor: Jordi Galcerán (Adaptación de la película homónima escrita y dirigida por Santiago Carlos Oves).  Intérpretes: María Galiana y Juan Echanove. Dirección: Juan Echanove. Lugar: Baluarte. Fecha: Domingo 23 de marzo. Público: Lleno (Solo salen a la venta las butacas de sala, 1.036).

Mucha sabiduría concentrada

Conversaciones con mamá es una película argentina de éxito, pero yo estaba seguro que no íbamos a ver una adaptación más o menos afortunada, sino una convincente obra teatral. En efecto, aquella historia rodada en Argentina es ahora una comedia romántica diferente, de alto voltaje dramático, que contiene un humor, ternura y lirismo que atrapa de inmediato. Y lo sabía de antemano porque la adaptación está firmada por Jordi Galcerán, que es el mejor autor teatral que hay ahora mismo en España, como lo atestiguan El método Gronholm, Burundanga o El crédito y lo reafirman los miles de espectadores que acuden a ver sus obras. Y lo es porque escribe teatro pensando en el espectador y no en epatar a modernos, en gustar a teatreros (a los que, por lo general, no les gusta el teatro) o en buscar el reconocimiento en ámbitos universitarios o concursos literarios, tan centrados siempre en sinsorgadas que cualquiera un poco enterado sabe condenadas a no tener apenas vida sobre un escenario.

Galcerán tiene muy claro su oficio. Rescato unas declaraciones suyas de hace dos años: «Opino que sí, que cuanto más fácil y concentrado, mejor. Si se puede hacer en un acto no lo hago en dos, si se puede hacer en un escenario no lo hago en dos. Para tramas complicadas y lenguajes ostentosos ya está el cine. En teatro hay que volver a lo pequeño, que la potencia sea para el conflicto, para el actor y la palabra».

El argumento de Conversaciones viene en el programa de mano y no descubro nada: un hombre de mediana edad, acostumbrado a vivir por encima de sus posibilidades y en riesgo de ruina tras perder el empleo, acude a casa de su madre con el propósito de convencerla de vender el piso y alojarla en casa. La película se situaba en  la Argentina post corralito y el asunto encaja bien en esta España naufragada.

Galcerán, con su instinto teatral y su dominio del tempo, va intercalando cada pocos minutos nuevos datos sobre la vida privada de la madre, y del hijo, que incrementan las ganas de saber más, de conocer dónde parará aquello. Cada réplica de la extraordinaria María Galiana, y las reacciones de Echanove, hacen estallar repetidamente las carcajadas en el patio de butacas. Echanove y Galiana hacen referencia constantemente a los personajes que pululan por sus vidas y a los que podemos “ver”. No aparecen en escena (sí en la película), pero se nos hacen familiares gracias al oído finísimo para los diálogos de Galcerán.

Cuando el tema parece agotado, el adaptador se convierte en autor y da una soberbia vuelta de tuerca a la historia con un original efecto. No lo puedo contar, pero sí decir que sacude al público, da sentido a la escenografía y remata de forma excelente la comedia. Este recurso en clave de farsa es de autor teatral y no hubiera funcionado en cine porque lo farsesco, como sabe cualquier escribidor, es peligroso y contadas veces funciona en la gran pantalla.

Una historia tierna, dirigida con limpieza y puntillosidad, sobre los desencuentros de dos seres, madre e hijo, que se aman con locura. Ella, que lo conoce bien, logra finalmente transmitir su filosofía de vida a un hijo desnortado. Y con esa sabiduría popular sin pedanterías: “Ser viejo es una ventaja que llega un poco tarde; la única manera de aprovecharla es no guardársela adentro y compartirla”, dice.

POR VÍCTOR IRIARTE. Publicado en Diario de Noticias el jueves 27 de marzo de 2014.