Obra: A por churros. Autora: Ventura Ruiz. Dirección: Ana Maestrojuán. Intérpretes: Josu Castillo, Ventura Ruiz, Bea Roche, Ángel García. Lugar y fecha: Teatro Gayarre. 20/09/13.

De churros e intimidades

A por churros fue la obra ganadora de la segunda convocatoria del Certamen de Textos Teatrales sobre las Fiestas de San Fermín, organizado por el Teatro Gayarre. Una obra breve, como exigía la convocatoria, apenas media hora. Una duración que da más para media docena de churros antes que para la docena completa. Con doble de azúcar, eso sí, que la obra apuesta por la comedia desaforada, como suele ser tradicional en los textos de este concurso.

Tradición también es, casi tanto como el txupinazo, la huida de la barahúnda festiva por parte de un número creciente de pamploneses hacia destinos vacacionales más tranquilos. La obra arranca con el regreso de  una pareja de estos desertores. Estamos en las primeras horas de la mañana del día 15. Vestidos veraniegos, bermudas, nevera y sombrilla. Útiles que ya han cumplido su función y hay que almacenar hasta la próxima, como se guarda de año en año la ropa blanca. La hija adolescente no ha seguido a sus padres hasta el refugio mediterráneo. Ha preferido quedarse a vivir la fiesta a tope. Muy a tope, según atestiguan los gemidos en off que proceden de un lateral y que escuchamos antes de que los progenitores hagan su entrada.

Con este punto de partida, el texto de Ventura Ruiz se inclina hacia un tono de vodevil, con sus entradas y salidas, bien calculadas para que los personajes no se encuentren y pueda sostenerse el equívoco hasta el final: si la niña no está en casa, es porque habrá salido a por churros para desayunar, deduce una madre confiada. Y en medio de todo, un padre que descubre el embrollo, pero trata de lanzar un salvavidas a su hija y al despreocupado caradura que esta se ha ligado. El del padre es un personaje al que se intenta vestir tímidamente en clave de clown. Lo notamos más al principio, con su torpe manejo de las sillas, la sombrilla y el resto de los utensilios playeros, que maneja con esa torpeza humorística a lo Pepe Viyuela. Es algo pasajero, me temo, y el resto de la función su papel es más estático, cuando seguramente su posición central debería obligarle a ser más activo. Creo que la obra podría ganar si este personaje contribuyera a generar coartadas o a ocultar a los personajes, en lugar de observar pasivo como todo se resuelve por pura chiripa.

La obra se beneficia de la labor de un cuarteto de actores que defiende el texto con convicción y con el dinamismo y la entrega que la propuesta requiere. También contribuye el formato elegido, ese teatro de cercanías, con un público reducido, pero situado dentro de la misma escena, que provoca que nos sintamos casi como voyeurs de la intimidad de esta familia. Es como estar en el salón de su casa, esperando también a que nos traigan los churros para compartir su desayuno.

Pedro Zabalza en Diario de Noticias y en el blog Oscuro final.