La bella y la bestia. Libreto: Linda Woolverton. Director: Glenn Casale. Director residente: Daniel Anglès. Música:Alan Menken, con letras de Howard Ashman y Tim Rice. Intérpretes: Talía del Val, Ignasi Vidal, Diego Rodríguez, Frank Capdet, Mone, Marta Capel, Eva Diago, Erique R. del Portal, Roger Berruezo, Raúl Peña, Jaume Giró, Álvaro Puertas, Héctor Fernández, Ernesto Pigueras, Carlos Salgado, Pablo Ibáñez, Alex González, Gabriel Vera, Alejandro Arce, Paco Abarca, J. Antonio Torres, Ángel Saavedra, Lydia Fairen, Lorena Joaquín, Lourdes Fabrés, Vanesa Bravo, Belinda Henríquez, Lidia Ibáñez, Carla Diego, Carolina Isach, Lucy Lummis, Mónica Domínguez. Lugar y fecha: Baluarte, 21-30/06/2013.

Bello a lo bestia

LA Bella y la Bestia tiene su origen, como tantas otras historias reconvertidas después por la industria del entretenimiento, en la tradición europea de los cuentos de hadas. Y como en tantos otros de estos cuentos, buceando bajo la superficie de sus personajes arquetípicos, a distintos niveles de profundidad, se encuentran ocultos significados, veladas interpretaciones y algunas enseñanzas de uso cotidiano. Entre estas, destaca una que es casi el leitmotiv de la historia: la verdadera belleza está en el interior (sí, bueno, es un cuento, ya lo he dicho antes).

Por eso, aunque uno sea consciente de que es lo que se espera de un musical, no puede dejar de señalar con una mezcla de ironía y de asombro la abracadabrante parafernalia técnica y escénica con la que se adorna el relato en esta versión: cambios de escenario constantes, un trabajo de vestuario que incorpora mecanismos a la indumentaria de los personajes, el sorprendente escenario giratorio y hasta artefactos pirotécnicos. Puede que la belleza vaya por dentro, pero esta producción mantiene el empeño de que, en primer lugar, se le note por fuera.

En cualquier caso, hay que reconocer que esta demostración bestial de poderío está convenientemente amansada y puesta al servicio de las necesidades narrativas y de una minuciosa búsqueda de resortes que provoquen la sorpresa y el deleite por la espectacularidad. El recurso del escenario giratorio, por ejemplo, está bien aprovechado para suscitar esa sensación de desplazamiento de los personajes por las estancias del castillo de La Bestia, al tiempo que proporciona en otros momentos un interesante cambio de perspectiva de un mismo espacio, mostrándonos su exterior y su interior en cuestión de pocos segundos. Una herramienta visualmente muy sugerente, que ayuda a que la escenografía adquiera ese ambiente cambiante propio de un castillo encantado.

Como en el espejo en el que La Bestia puede ver otros lugares y tiempos, se diría que el montaje quiere mirarse también en la imagen que le sirve de modelo: la película de la factoría Disney que resucitó hace un par de décadas el mito de este amor imposible. Como en el filme original, la acción real trata de imitar el estilo de la animación. Se ve en la composición de algunas escenas, en el movimiento de los personajes, especialmente de los humorísticos, en detalles como el sonido que acompaña cada golpe que Gastón propina al pobre Lefou, o en las velas que se encienden a voluntad en los brazos de Lumière, el candelabro humano.

Disney se imita a sí mismo, porque interpreta que el público necesita referencias reconocibles. No hay riesgos artísticos innecesarios, pero, desde luego, tampoco cabos sueltos. Todo está sólidamente hilado para conseguir, en su género, un espectáculo de calidad suprema. Personalmente, la partitura de La Bella y la Bestia me resulta un tanto anodina, sin momentos especialmente emotivos, salvo, tal vez, el famosísimo tema homónimo (muy bien interpretado por Mone, en el papel de la Señora Potts). No obstante, en el conjunto de la obra, toda la parte musical está muy bien equilibrada. Hay momentos estupendos, como la escena de la taberna con el tema Gastón, y, especialmente, la preparación de la cena de Bella al ritmo de ¡Qué festín!, un animado crescendo en forma de número de music-hall que cierra por todo lo alto la primera mitad.

En la parte interpretativa, Talía del Val está muy bien en el papel de Bella. A Ignasi Vidal, como la Bestia, lo encontré un poco falto de convicción, pero lo suple con la vertiente musical. Curiosamente, los personajes que más brillan son los secundarios. Magníficos y muy divertidos Diego Rodríguez como Lumière y Frank Capdet, en el papel de Din Don. También lo está Raúl Peña (Lefou) y Roger Berruezo interpretando al malvado Gastón. Son las cabezas más visibles de un reparto sin fisuras que conforman un espectáculo magnífico.