Venecia bajo la nieve. Autor: Gilles Dyrek. Dirección: Gabriel Olivares. Intérpretes: Pablo Carbonell, Eva Isanta, Marina San José, Carlos Heredia. Lugar y fecha: Teatro Gayarre, 21/04/12.

Por una buena causa

LAS primeras impresiones son importantes, aunque traicioneras. En Venecia bajo la nieve,cuando la pareja formada por Natalia (Marina San José) y Juan (Carlos Heredia) conocen a Patricia (Eva Isanta), la novia de un antiguo amigo, Ramón (Pablo Carbonell), al que han convidado a cenar, la primera impresión de los anfitriones es que su invitada es «supermaja», pero «superrara». La muchacha no abre la boca en la primera mitad de la velada, así que concluyen que Patricia es extranjera y no domina el español. Suposición peregrina que da origen al enredo sobre el que se construye la obra.

Un servidor también cae víctima de las primeras impresiones. Así, aunque el programa anuncia bien clarito que la obra del francés Gilles Dyrek es una comedia romántica, los momentos iniciales de Venecia bajo la nieve, con ese maquillaje de cortesías y convencionalismos sociales que disimulan sentimientos más turbios que solo se nos sugieren, me recuerdan momentáneamente el ambiente inicial de Un dios salvaje, de Yasmina Reza. Error. La referencia más aproximada termina por ser otra (también, curiosamente, francesa): el ambiente en el ágape de Natalia y Juan se acerca más a La cena de los idiotas, aunque con una inversión de roles, en la que los canelos son los anfitriones y los invitados, los que se parten la caja ante la ingenuidad ajena.

Ya he contado el detonante de la situación. La situación progresa por la vía de la farsa cuando Patricia sigue el juego de la confusión inicial y se hace pasar por refugiada política del (imaginario) país de Chuvenia. Una ocurrencia que desatará el espíritu solidario de Natalia y Juan con el olvidado pueblo chuveno. Todo por una buena causa.

Es posible que haya desvelado demasiado del argumento de la obra. De hecho, hay poco más, y esa es la cuestión, que, en cuanto empiezas a esbozarlo, terminas por soltarlo todo. Venecia bajo la nieve se construye sobre muy poco más que una anécdota a la que se le añade una cacharrería de situaciones de naturaleza semejante al variopinto envío de ayuda humanitaria que los personajes planean para Chuvenia. La sensación que me produce es la de una situación estirada al límite, y tal vez más allá, de sus posibilidades. Todo se fuerza, también la coherencia de las reacciones de los personajes: por qué Patricia asume el papel de chuvena; por qué acepta la propuesta de reconciliación de Ramón; por qué en la escena final rompe el engaño… Hay todo un catálogo de inconsistencias que solo se explican por las necesidades de encajar de cualquier modo la idea del guion.

También los actores estiran sus personajes hasta el histrionismo, y se recrean en algunas situaciones de comedia hasta hacerlas empalagosas, especialmente en el caso de Carlos Heredia. Todo se hace también por una buena causa, que es la de provocar la risa. Con un empeño que a veces me pone un poquito nervioso, añado, si bien he de reconocer que me reí bien a gusto en un buen puñado de situaciones que no dependían tanto del cliché y la caricatura y sí más de que hubiera una situación bien planteada, bien dirigida y correctamente interpretada, como cuando Ramón, harto del engaño, intenta hacer ver a Natalia y a Juan que todo es una invención de su novia y estos no le creen. Con un espíritu algo culpable, al final he de admitir que mi sentimiento hacia Venecia bajo la nieve es análogo a la simpatía por un amigo al que se aprecia pese a sus muchísimos defectos.