Ernesto Alterio definió Yo, el heredero, de Eduardo de Filippo, que se representa hoy y mañana en el Teatro Gayarre de Pamplona como «una comedia amarga» sobre la herencia y la caridad cristiana «con muchísima humanidad».

El texto, que ha sido traducido del original por Juan Carlos Plaza, pone de manifiesto la capacidad de De Filippo para extraer el humor de situaciones que, desde otro prisma, podrían considerarse dramáticas. «De Filippo es un autor que se ocupó mucho de lo popular, pero manteniendo siempre una fineza», dijo Ernesto Alterio, quien adelantó que Yo, el heredero «va a dar a un buen entretenimiento a la gente pero con algo muy poderoso que tiene muchas cosas que decir».

La obra, para la que quedan entradas disponibles para las funciones de mañana, cuenta la historia de una familia del siglo pasado de la alta burguesía orgullosa de haber ejercido la beneficencia durante sucesivas generaciones hasta que un extranjero venido del mar, papel que encarna Alterio, llega a casa de los Selciano a reclamar la herencia de su padre, un hombre que durante 37 años había estado acogido en ese hogar.

«Ahí se destapa todo el conflicto cuando llega Ludovico, un tipo culto pero muy de la calle que se ha tenido que hacer a sí mismo y buscarse la vida en los bajos fondos de las grandes ciudades porque su padre le abandonó cuando tenía cuatro años y su madre murió», relató el actor argentino, quien debido al origen napolitano de sus abuelos encuentra una «familiaridad» en los personajes de esta historia. Su personaje, al que califica de «un tipo extraño», es el que «viene a destapar toda la hipocresía de esta familia».

En palabras de Alterio, Yo, el heredero «reivindica la importancia para los hombres de tener esa libertad para encontrar su propio camino en la vida». Y en este sentido, su personaje Ludovico «encarna el alma de todos los hombres oprimidos que pelean por la libertad». La obra, como la vida misma, aúna drama y comedia: «Se generan situaciones realmente hilarantes, pero a la vez te preguntas todo el rato: ¿de qué me estoy riendo?», dice el actor protagonista.

Según el actor, la hipocresía es algo que está dentro de cada uno de nosotros, de alguna manera. En la obra tiene que ver con las cosas que se hacen en nombre de Dios. Y en nombre de Dios se han hecho un montón de barbaridades desde el principio de la religión cristiana. Me viene a la mente la imagen de Videla, de la junta militar argentina, en el juicio leyendo la Biblia. Franco también aludía a la palabra de Dios, y eso es muy peligroso, es como que te limpia la conciencia para dormir tranquilo por la noche y hacer todas las barbaridades que te dé la gana por el día… La hipocresía también tiene que ver con el movimiento de ayudar a la otra persona, algo muy difícil, porque detrás de eso también hay unas ganas de poseer al otro, de comprarlo poco a poco con esa ayuda y convertirlo en algo de tu propiedad.