Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Obra póstuma», de Eusebio Calonge, por el grupo La Piel
CRÍTICA TEATRO
OBRA PÓSTUMA. Grupo: La Piel (Navarra). Autor: Eusebio Calonge. Versión y dirección: Fermín Cariñena. Ayudante de dirección: Iranzu Chivite. Intérpretes: Estíbaliz Balda, Elur Olabide y Oskia Zabala. Escenografía: Amaia Garaioa y Carlos Goñi. Lugar: Casa de la Juventud de Pamplona. Fecha: Jueves 30 de junio. Público: 60 espectadores.
R.I.P.
La Piel decidió presentar la obra en la que ha venido trabajando en los últimos meses en formato de pre-estreno, con el objeto de testar la reacción del público antes de retomar los ensayos tras el verano. Buena decisión, a pesar de ser fechas complicadas, porque ha optado por un teatro complejo, con una dramaturgia no convencional, basada en textos más poéticos que realistas, y que exige un trabajo actoral radical, surgido de las entrañas. Obra póstuma es obra prototípica del drama ritualista del grupo gaditano La Zaranda, referente fundamental del teatro independiente y a contracorriente actual.
Tres mujeres en sus camas (luego el público entenderá que son nichos) gritan sus pesadillas. Cuando despiertan, discuten entre ellas a la espera de algo o alguien que acuda a rescatarlas. Se suceden las escenas de empatía, odio, discusiones, risas y desesperación, especialmente cuando descubran que están muertas y deben continuar en ese no-lugar condenadas a una espera sin esperanza, mientras van borrándose sus recuerdos.
Fermín Cariñena ha hecho un trabajo meritorio intentando no replicar la puesta en escena original, buscando un sello propio. Lo ha conseguido cambiando de sexo a los personajes e introduciendo músicas actuales para subrayar estados de ánimo. Es destacable la coherencia de la puesta en escena, con una gran cruz en el foro y una tenue iluminación espectral que enmarcan una veintena de velas encendidas, lo que contribuye a generar en el espectador la sensación de angustia que exige el texto. Una carra formada por cuatro somieres unidos que se ofrece en pie o tumbada, a modo de balsa de náufragos, incrementa la sensación de irrealidad. El maquillaje y vestuario de las tres actrices, que aparecen en escena con inquietantes máscaras mortuorias que colgarán de unas cadenas, contribuyen a extender la desazón y tristeza que envuelve a esos seres.
Las tres actrices son muy jóvenes, dos de ellas todavía están estudiando interpretación, de ahí que sea todo un desafío encarnar unos personajes que exigen un trabajo de cuerpo y voz muy ajustado y mucha verdad interpretativa. Se entregaron incondicionalmente pero no lo lograron salvo en contados momentos. Sin duda, este teatro requiere de muchas representaciones para ir encontrando tempo y tono. Como suele ser habitual en intérpretes sin mucho bagaje, la expresión de sentimientos radicales se lleva al grito en bastantes momentos, lo que ensucia la expresión y conduce a la monotonía. Es la trampa en la que cayó Oskia Zabala, cuyo personaje de “loca” no implica estar totalmente desquiciada, ya que sus diálogos permiten más matices. Elur Olabide tiene momentos soberbios como la “ciega”, con unas lentillas que ciertamente aterrorizaban, aunque pierde la concentración por momentos y se sale del papel, como en la escena de la pelea, donde estaba más preocupada de cómo ajustarse la falda. Estíbaliz Balda, que entró en el reparto para sustituir a otra compañera, tiene una voz poderosa, pero tiende a subrayar sus palabras con las manos, gesto que debe corregir. Ella y Elur deben trabajar más la pelea y las carcajadas posteriores, para evitar que suenen impostadas. Los nervios hicieron que se acelerasen en escena y la función, que pide más reposo, quedó en 45 minutos. Muchos aplausos para un trabajo arriesgado, reseñable y que muestra la capacidad de riesgo, trabajo y autoexigencia de tienen todos los integrantes de La Piel.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias de Navarra el sábado 2 de julio de 2016.
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