Lola Herrera, a sus 81 años,  regresa al Teatro Gayarre para interpretar hoy sábado La velocidad del otoño, una comedia que reflexiona sobre la fragilidad de la vida. En la obra, Alejandra, una artista de 79 años, se enfrenta a su familia por el lugar donde va a pasar el resto de los años que le quedan de vida. A su favor tiene su ingenio, su pasión por la vida y una barricada que ha creado en la puerta de su casa con suficientes cócteles molotov como para hundir el bloque entero. Pero sus hijos tienen su propia arma secreta: su hijo más joven, Cris (Juanjo Artero), que regresa después de veinte años de ausencia apareciendo a través de la ventana del segundo piso, en el que vive Alejandra, para convertirse en un mediador in extremis de la familia.

Hoy, a las 20:30 horas, con entradas a 23, 19 y 8 euros.

Extracto algunas frases de la actriz en entrevista en DIARIO DE NOTICIAS DE NAVARRA

«Es una historia realmente interesante porque se ponen sobre el escenario una serie de cuestiones sobre las que vale la pena hablar. Se habla sobre la realidad que está viviendo esta mujer, que el hijo entiende. Sus hermanos quieren llevarla a una residencia, pero ella no está de acuerdo porque es una mujer que ha vivido muy libremente siempre. Es una pintora que ha recorrido el mundo y que tiene la mente muy amplia y está muy bien sola en su casa. ¿Por qué hay que empeñarse en que esté acompañada? Esta manía que tienen los demás, por quedarse tranquilos con su conciencia, de que las personas mayores estemos en una residencia, no la entiendo. Ahora hay mayores que no quieren que nadie se ocupe de ellos, y que pueden permitirse ese lujo de hacer las cosas como ellos quieren».

«Cuando estaba haciendo El estanque dorado me hablaron sobre un texto, este, y después de que me lo mandaran me interesó muchísimo. Se llegó al acuerdo de que lo hiciéramos Juanjo Artero y yo y con esto me dieron una gran alegría, porque yo trabajo muy a gusto con él. Nos compenetramos muy bien desde la primera vez que coincidimos en Seis clases de baile en seis semanas, y así empezó la historia».

 

«Yo no sé a dónde vamos a llegar con esto de no saber qué hacer con las personas mayores. Vivimos en un mundo donde se habla continuamente de una sociedad que va envejeciendo, y no sé cómo, si la gente durará muchos más años gracias a los avances médicos, no han previsto que se necesitan unas estructuras para que estas personas puedan desarrollar cosas. No para que vayan a hacer gimnasia a un jardín o que se las lleve por ahí el Imserso, sino para que su vida se llene de algo cada día. Hay una inmensa mayoría de personas que, después de los 65 años, pueden empezar una nueva vida. Pero para eso se necesita estudiar una fórmula atractiva para estas personas, que pueden ser una ayuda muy grande para la sociedad. Pero esto nadie se lo plantea hoy en día. Están pensando en hasta terminar con las pensiones, así que imagínate. No sé en qué campo de concentración nos meterán a todos los viejos».

 

 

«Mientras mi cuerpo responda y mi cabeza también, yo estaré aquí. La vida se encargará de que me vaya a casa, bien porque me dé un patatús o porque me muera. Pero mientras tenga energía y pueda estudiar mis papeles y viajar con la normalidad con la que lo estoy haciendo hasta ahora, seguiré haciendo lo que me gusta como siempre».