Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Muñeca de porcelana», con José Sacristán, en el Teatro Gayarre
CRÍTICA TEATRO
MUÑECA DE PORCELANA. Autor: David Mamet. Versión: Bernabé Rico. Dirección: Juan Carlos Rubio. Intérpretes: José Sacristán y Javier Godino. Escenografía: Curt Allen Wilmer. Producción: Talycual (Sevilla) y Bravo Teatro (Madrid). Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Domingo 1 de mayo. Público: 450 espectadores, media entrada.
La fragilidad del poderoso
La puesta en escena de una nueva obra de David Mamet siempre despierta interés en los teatreros, puesto que se trata de uno de los más grandes autores vivos, al que no extrañaría ver en el palmarés del Nobel. Tiene más de 40 obras estrenadas y una sugestiva carrera como guionista y director de cine. En el escenario del Gayarre recuerdo a bote pronto los dramas Glengarry Glen Ross, dirigida por Claudio Tolcachir, El matrimonio de Boston, con Blanca Portillo, y La anarquista; la divertida comedia Noviembre en la que Santiago Ramos interpretaba a un estrambótico y ficticio presidente norteamericano, y las piezas breves Jolly y Deeny, de El viejo vecindario. Mamet es también un excelente teórico del arte de la interpretación y de la escritura dramática (Una profesión de putas, Los tres usos del cuchillo, etc.).
Y digo todo esto porque ves la versión española de China Doll y sientes que falta algo. La obra te deja frío, con la sensación de que, o no lo has captado del todo o te has distraído por unos segundos y has perdido alguna clave. Siendo un autor que mima tanto los puntos de inflexión, que son esos momentos en los que un gesto, por mínimo que sea, una réplica o una palabra cambian todo lo visto y dan un vuelco a la trama, aquí no aparecen o no están nítidamente marcados. Y, como eso no parece posible en Mamet, apuestas a que algo falla en la traducción y la versión que se ofrece. Y sientes que el director tampoco ha sabido corregirlo. El protagonista, el millonario Mickey Ross, pasa sin transición de la soberbia despótica a cierta impostada humillación. Tampoco las reticencias de su joven ayudante transmiten la atmósfera de amenaza que se cierne sobre ambos. Por todo ello, el conjunto queda plano y la resolución, aun sorprendente, te deja frío. Sales del teatro con la necesidad de analizar el texto, escrito originalmente para Al Pacino, y descubrir el por qué de las malas críticas en Nueva York.
Esa “anomalía” se supera porque es un auténtico deleite ver en escena en plena forma a José Sacristán, a sus 78 años, llevando él sólo todo el peso de la obra. Interpreta a un frío ejecutivo nacido para el ordeno y mando que prepara una larga escapada con su joven amante. Una serie de llamadas de teléfono le ponen en alerta sobre ciertos deslices legales que van encadenándose como una bola de nieve y destrozan su confortable posición. Todos los magnates acumulan maniobras turbias en su pasado que el dinero, la influencia política o la falta de escrúpulos no siempre pueden esconder. El texto es un larguísimo monólogo, puesto que el rol asignado a su ayudante, Carson, es mínimo, aunque pulule por el escenario durante toda la obra. Sacristán rindió al público pamplonés en diciembre de 2014 con su recitado de textos de Machado y aquí mantiene intacta su poderosa presencia escénica, apoyada en una voz que retumba con potencia en sus momentos más airados y deja fluir la canallesca sabiduría del que se las sabe todas sobre lo que puede esperar de su chica o cuando negocia a cara de perro un contrato. A Javier Godino (el malo de El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella) se le intuyen más habilidades interpretativas de las que puede demostrar aquí. La escenografía filtra de forma excelente el ambiente de lujo que envuelve al personaje, con una vitrina repleta para cada componente de su ajuar. La función dominical se vendió rápido y el público llenó el patio de butacas un lunes, un síntoma esperanzador.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias de Navarra el domingo 8 de mayo de 2016.
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