CRÍTICA TEATRO

EL FABULOSO MUNDO DE LA TÍA BETTYCompañía: El rayo misterioso (Argentina).  Dramaturgia y dirección: Aldo El-Jatib. Intérpretes: María de los Ángeles Oliver, Catalina Balbi, Ada Cottu, Maywa Vargas, Sebastián Arriete y Exequiel Orteu. Lugar: Escuela Navarra de Teatro. Fecha: Domingo 8 de mayo. Público: 30 espectadores.

Ubú argentino

El rayo misterioso es una compañía profesional de Rosario (Argentina) que tiene su propio local de exhibición y escuela de actores y también edita una revista teórica sobre las artes escénicas. Todo su trabajo gira en torno a una técnica actoral perfeccionada por su director, Aldo El-Jatib, que parte de las acciones físicas a la hora de construir el  personaje. Es más fácil expresarlo que entenderlo y, por supuesto, que percibir su singularidad sobre un escenario. En síntesis, los actores trabajan durante años una gimnasia muy exigente para preparar su cuerpo y, una vez depurado éste como si de atletas se tratasen, están en disposición de encarnar personajes definidos desde el movimiento. Les inspiran animales, tics, posiciones del cuerpo… Denominan su método como la “acción de gracias”. Estuvieron en 2001 en la ENT y han regresado. Su director dio una conferencia para explicar su metodología, que recoge aportaciones sobre la fisicidad del intérprete que de una forma u otra desarrollaron en el último siglo y medio teórico-prácticos como Antoine, Stanislavski, Grotowski, Meyerhold, Artaud o Jarri, entre otros. En junio, el grupo impartirá un taller.

Todos los intérpretes han pasado por la escuela y muestran, además de una excelente técnica, una perfecta conjunción. Sin duda, no podrían abordar montajes como el visto sin esa dura preparación. En escena, derrochan una energía desorbitada, pues interpretan cada uno de ellos un sinfín de caracteres sin abandonar en ningún momento el escenario, cambiándose en la penumbra del foro. La trama no concede pausa ni respiro y está hilada a base de escenas brevísimas que se suceden a una velocidad de vértigo, muy tensionadas, lo que obliga al actor a “entrar” ante el público desde arriba, lo que sin duda es agotador.

Otra cosa es que el espectador, tras 65 minutos, entienda de qué va aquello o se aclare sobre quién demonios es la tía Betty que da nombre al título. Y es que, fruto de esa energía y de la forma distorsionada en que el director y dramaturgo dramatiza, todo está muy gritado, desgarrado en exceso, y esa sería la pega que se puede poner al montaje, porque dificulta la comprensibilidad. La obra es muy “Jarri”. Esto no deja de ser un Ubú rioplatense. Todos los personajes están marionetizados, construidos desde lo grotesco. Debe mucho la obra también al esperpento valleinclaniano, pues se intuye que sobre la escena se ha vomitado toda la dramática cosmogonía que está en el subconsciente del argentino medio, vista desde los espejos del callejón del Gato: el pasado inmigrante de la población, el militarismo nazi tan presente en el Cono Sur, los vuelos de la muerte, la inevitable Evita…

El director está en todo momento en escena, vestido de enfermero y con la boca cubierta por una mascarilla. Es el vigilante del manicomio. Controla la acción desde los laterales, recoge atrezzo y atusa la ropa a algún personaje. Su propuesta logra momentos bellísimos, con apenas una puerta, una mesa y una sencilla carra, como el salto de las trincheras de la Gran Guerra frente al público y el juego de nichos desde donde aparecen personajes como escapados de cuadros de Schiele, Grosz, Dix o Beckmann. Está muy logrado el vestuario feísta combinado con maquillaje expresionista cuyos contornos endurece una iluminación estrictamente cenital. Un trabajo meritorio y muy interesante. Si me hago con el libreto, les cuento más.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias de Navarra el viernes 13 de mayo de 2016.