CRÍTICA TEATRO

CUBE. Grupo: Taller de Teatro del Instituto Plaza de la Cruz (Navarra). Autor: Vincenzo Natali. Adaptación y dirección: Enrique Alba. Intérpretes: Pablo Ruz, June Ly, María Mañas, Julio Montañana, María Gutiérrez, Isabella Kaiser, Lucía Burdon, Carlos Torrez, Enrique Antón, Eduarda Vela, Elena Vidal, María Zubieta, Jonathan Aróstegui, Irene Choza, Ana Matías, Oskar Fernández, Leire María Arizkuren, Gloria Montiel, Paula Chapa, Mariano Tejada, Enrique Antón, Alexandra Riofrío, María Gutiérrez, Maialen Lategui, Yamilex Maza y Nicol Maza. Escenario: María José Goyache. Luz y sonido: Daniel Marín, Didier Jiménez y Esmeralda Corradazzi. Lugar: Salón del Instituto Plaza de la Cruz. Fecha: Viernes 12 de febrero. Público: 100 espectadores.

Matemáticas y claustrofobia

Cube fusiona tres películas del director Vincenzo Natali. Cube (1998, premiada en los festivales de Toronto y Sitges), Cube 2 (2002) y la precuela, Cube 3 (2004). Que el cine se ha atrevido con todos los géneros dramáticos y narrativos es evidente; a la inversa, no tanto, si pensamos en la ciencia ficción. No es precisamente fácil llevarla a un escenario. Hacía falta la juventud y desparpajo que muestra el director del taller, Kiko Alba, que mantiene irrefrenable su tendencia a la espectacularidad ya demostrada con El rey León o Chicago. Por lo inhabitual de la propuesta, el interés para los teatreros es evidente.

De la adaptación se pueden decir muchas cosas buenas. De entrada, que no es necesario haber visto las películas para seguir la trama. Y eso que se las trae: varias personas se despiertan encerradas en un complejo laberinto de habitaciones cúbicas, todas del mismo tamaño, aunque algunas de diferente color, que disponen de diversas trampillas de acceso y salida. No se conocen entre sí, no recuerdan bien qué les ha pasado ni saben por qué están allí. Visten los mismos monos y ropa interior. Pronto descubren que algunos cubos contienen trampas mortales y concluyen que los números impresos esconden un enigma. La búsqueda de una salida se convierte en una lucha por la supervivencia. En paralelo, otro grupo de personas en la misma situación e igual de desorientadas, aunque vestidas “de calle”, recorren la estructura.

En segundo lugar, está bien pautada la información sobre lo que se supone que pasa en esa gigante y geométrica tela de araña. Conforme los personajes van recorriendo los distintos cubos, deducen el sentido de los números primos impresos o las permutaciones que aluden al cambio de posición espacial de los cubos. Además, desvelan la información que esconden –porque todos tienen un “pecado” que les ha llevado allí–. Y, lo más teatral, van dejando ver su verdadera personalidad, muchas veces violenta, con lo que aumenta el interés de los espectadores.

El teatro es metonímico. El espectador acepta al instante la convención de que una parte de lo que se le muestra representa el todo. La puesta en escena simula con telas tres cubos y “vemos” las paredes que no están. El escenario se ensancha por el foro mediante juegos de luces y transparencias y también por delante, hacia el patio de butacas. Los efectos especiales, todos con luz, son sencillos pero efectivos y logran multiplicar la sensación de recorrer infinitos habitáculos.

Son 26 estudiantes frente al público, con decenas de entradas y salidas, realizadas sin regidor y aun así sin un solo fallo, lo cual tiene muchísimo mérito. Actúan muy concentrados y la interpretación ha sido muy trabajada durante el curso. Salvo contadas excepciones, se les entiende el texto y han sabido personalizar sus personajes. Lo mejor, que en varios momentos logran transmitir sensaciones como lo claustrofóbico de la situación, la tensión para superar las trampas, el vértigo ante el precipicio o la angustia ante una muerte próxima.

Si se hubieran eliminado las escenas del exterior del cubo, la propuesta hubiera logrado una duración más adecuada e incrementado la sensación de desasosiego. Pero el criterio del taller es pedagógico y se reparte un papel a todos los chavales. El espectador paga con gusto ese peaje ante un trabajo arriesgado y bien resuelto, a pesar de las limitaciones.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el martes 16 de febrero de 2016.