Crítica de danza de Teobaldos en Diario de Noticias de Marquese Scott, en el Museo de la Universidad de Navarra
PERFORMANCE DE MARQUESE SCOTT. Bailarín de Dubstep. Programación: ciclo Coda en Movimiento de la Unav. Lugar: Museo de la Universidad de Navarra. Fecha: 10 y 11 de febrero de 2016. Público: buena entrada en todos los encuentros (3 euros).
El hombre líquido
Estos ciclos tan específicos organizados por una universidad tienen mucho de laboratorio; en ellos se muestra lo último y más nuevo en tendencias de danza -y se experimenta la reacción del público-, y, a la vez, se recapacita sobre su historia: este año, más concretamente, en las facetas de vestuario y relación entre el musical, el cine, el ballet clásico y la ópera; que de todo hay en las exposiciones siempre magistrales, del crítico Roger Salas.
Sin duda, la sensación, por ahora, de estos encuentros ha sido Marquese Scott: bailarín de dubstep, uno de los grandes -si no el más grande- de su género. Abreviando mucho, el dubstep es un género de música y baile nacido a finales de los noventa, en Londres, que ha adquirido, actualmente, una enorme popularidad. Su música es fundamentalmente instrumental, -también vocal-, pero siempre manipulada y alterada por sus principales instrumentos: secuenciador, sampler, caja de ritmos, sintetizador, computadora, tocadiscos y teclado. Está basado en ritmos sincopados, con abundantes tresillos, golpes de bombo en el primer y tercer tiempo del compás, percusión basada en compases diferentes al 4/4, y con un bajo continuo (siempre el bajo continuo de Bach) que, aquí, parece tambaleante.
Marquese Scott -que tiene miles de seguidores en las redes- visualiza en su cuerpo todas esas polirritmias de manera portentosa. Podría parecer que, viéndolo en la pantalla, hay trucos de cámara lenta o rebobinados, pero, y aquí esta la gran sorpresa, al verlo en directo, se aprecia que es el dominio que tiene del movimiento, su técnica única la que reverbera toda esa imaginería visual. Marquese a veces parece líquido, controlando sus movimientos como metidos en un recipiente que el mismo acota; otras -las más- es un hombre eléctrico, con descargas repentinas en cada uno de sus miembros, que sorprenden. Borda la lentitud a cámara lenta, y la parcelación inverosímil del movimiento en antebrazo, brazo, muñeca, tobillo, piernas, y pies -a veces descarga todo el peso del cuerpo, no ya en un solo pie, sino en su borde-. No es que destruya el eje de su cuerpo, es que lo traslada donde quiere, desplazando, sorpresivamente, la música. Así el espectador queda absolutamente atrapado y obediente a la parte del cuerpo que quiere resaltar. Es precisión y prodigio de acento; hasta tal punto que la percusión parece salir de su cuerpo, que se enciende de modo especial cuando reverbera el movimiento. Hay que tener una técnica sublime para llegar a controlar ese temblor. En un vídeo parecería truco. Pero todo eso ocurre en el escenario.
Si decimos que la naturaleza imita al arte; aquí podemos decir que las técnicas visuales imitan a Marquese Scott. Los abundantes jóvenes que lo siguieron salieron entusiasmados.
Por Teobaldos. Publicado en Diario de Noticias el lunes 15 de febrero de 2015.
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