Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Hotel», en el Teatro Gayarre
CRÍTICA TEATRO
HOTEL. Creación y dirección: Marta Gutiérrez. Elenco: María Combarros, Raquel Carpio, Marta Bataller, Thomas Aubron, Diego Arias, Ángela Sáez y Jorge Silvestre. Producción: Acroevents y Seda (Barcelona). Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Sábado 7 de noviembre. Público: Lleno.
Tres estrellas
Hotel es un espectáculo de circo actual que se ofrece en un marco teatralizado para hacerlo visualmente más atractivo al público. La acción se sitúa en un establecimiento hotelero neoyorkino de la década de 1930, momento cuya imagen icónica mejor han transmitido los grandes musicales y las screwball comedies, a los que el montaje trata de imitar con éxito limitado. Si hay algo que destaca en la ambientación es la calidad de los figurines y la selección de las músicas que acompañan a cada número. El negocio, por hacer un símil, tuvo días mejores y estamos ante un hotel de dos estrellas, tres siendo generosos: los números de circo son desiguales y algunos están mal ejecutados. Al envoltorio le falta humor y dramaturgia y le sobra teatralidad impostada y paseos de relleno por el patio de butacas. En defensa de la compañía, hay que señalar que es difícil encajar el espectáculo en un teatro como el Gayarre, con una caja escénica limitada en anchura y altura y sin apenas patas laterales, lo que ensucia las entradas y salidas y los cambios de escenografía. Al haber muchos elementos colgados del peine, entre ellos un ascensor, la iluminación es de entrada muy complicada y resultó deficiente.
El montaje ofrece doce números, entre los que destacan la contorsionista que abre la velada circense propiamente dicha y el trabajo en la rueda alemana, elegante y musicalmente encajado a la perfección. Dentro de las acrobacias aéreas, gustaron las realizadas sobre una gran lámpara por dos de las artistas. Ellas, en general, demostraron más calidad que ellos, a quienes se notaba mucho el esfuerzo y no lograban extender más allá de un par de segundos las posiciones más complejas en los equilibrios. El malabarista, por ejemplo, no logró finalizar ninguno de sus números sin que se le cayera algún elemento y eso que no eran ni especialmente complejos de manejar ni novedosos.
Los interludios hubieran precisado de más comicidad e ingenio. En un espectáculo así uno espera que del mostrador de recepción o de las camas de las habitaciones surjan sorpresas. La entrada de artistas entre el público fue excesivamente larga y las que siguieron se hacían monótonas. Hay un intento de coreografías Broadway pero torpes, porque exceptuando a una de las artistas, que demuestra técnica clásica, el resto baila justito. Sin embargo, el ritmo de la función fue vivo y el público aplaudió el esfuerzo.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el sábado 14 de noviembre de 2015.
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