CRÍTICA TEATRO

DE MUTUO DESACUERDO.

Autor: Fernando J. López. Dirección: Quino Falero. Intérpretes: Toni Acosta e Iñaki Miramón. Producción: Pentación Espectáculos y La Cabra Sra. Pendleton SL (Madrid). Lugar: Auditorio Barañain. Fecha: Viernes 6 de noviembre. Público: 300  espectadores.

Custodia combatida

Con seguridad, el público acudió mayoritariamente a ver la representación teatral atraído por la pareja protagonista, Miramón y Acosta, dos actores de larga trayectoria que han disfrutado de un pico de popularidad reciente gracias a la teleserie Con el culo al aire, donde interpretaban a un matrimonio venido a menos. La pequeña pantalla, ya se sabe, es fundamental para la taquilla. La sorpresa fue encontrarse con una comedia muy bien escrita –y ya era hora–, frente a tanto chorizo dialogado que acostumbramos a tragar, siguiendo la definición de Jardiel respecto de la producción de su tiempo.

Fernando J. López demuestra en De mutuo desacuerdo que es un autor excelente. Pauta bien el interés, ofrece una excelente caracterización de los protagonistas, ambos muy reconocibles, y brinda un final nada complaciente. Aborda un asunto complejo –los divorcios a cara de perro– con dosis bien medidas de humor y drama, situaciones creíbles y réplicas ingeniosas. Entre sus virtudes está saber “ensanchar” el escenario: sólo hay dos actores en escena pero no solo “vemos” a Ignacio y Sandra, también al niño conflictivo al que adivinamos al otro lado de la puerta; y a Eva, la cuñada hippy; Alicia, la nueva pareja de él; Alberto, el compañero de trabajo; los comensales del restaurante donde montan el numerito… El director rema a favor de la propuesta y acierta al dar un ritmo ágil al montaje, complejo siendo una pieza a base de escenas muy breves. El continuado cambio de vestuario de los personajes ofrece credibilidad a un texto que se extiende temporalmente durante un curso escolar, el del hijo, que obliga a la pareja a reorientar su conducta y a reconducir esta nueva etapa de sus vidas.

Tanto Toni Acosta como Iñaki Miramón están estupendos. La primera, dando vida a esa madre superada por su actual situación, a la búsqueda de un nuevo estatus laboral y profundamente egoísta, sangrando económicamente a su ex y justificando en “el bien del niño” su querencia al piso y la pensión. La actriz proyecta muy bien sus celos hacia la nueva pareja de Ignacio y su frustración sentimental, que da lugar a una escena memorable, sola en Nochevieja tratando de simular una cita.

Iñaki Miramón posee un ramalazo irónico que encaja a la perfección en el personaje de Ignacio: un ejecutivo un tanto capullo volcado en su trabajo y en su nueva relación, que no quiere al niño más allá de la visita quincenal. Sarcástico hasta la crueldad, disfruta desautorizando a la madre y sacándola de quicio. Es un actor brillante colocando las réplicas (lo demostró en Manos quietas) y sus vitriólicas puñaladas provocan continuas carcajadas. Lo hace cuando habla de Sor Nazi, la profesora del niño, o el “suspenso en plastilina”, pero también con el humor de situación que le brinda la frustrada visita al zoo. Ambos brillan en el registro dramático, en la dura escena en la que ella reconoce la infidelidad que llevó a la ruptura del matrimonio –y entendemos su complejo de culpa–,que hace que él se derrumbe dejando escapar el dolor que hasta entonces ha disimulado, momento en que se humanizan ante el espectador.

La escenografía, compleja, permite crear los espacios donde se desarrolla la acción. Se nota que el montaje requiere de buenos tramoyistas y los protagonistas, con elegancia, desviaron hacia ellos los muchos aplausos cosechados.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el jueves 12 de noviembre de 2015.