CRÍTICA TEATRO

INVISIBLES. Autor: Juan Diego Botto. Dirección: Oscar Orzaiz. Intérpretes: Ariane Irure Álvarez, Judit Álvarez de Eulate Ezquerro, Belén Lasterra Estella, Vanesa Latorre Busto y Maite Unanua Cia. Compañía: Trapalán (Mañeru). Lugar: Teatro de Villava. Fecha: Viernes  18 de septiembre. Público: Cien espectadores.

Cohete merecido 

El grupo Trapalán abrió la muestra de teatro aficionado de Villava, que acercará a la ciudad a Jacarandá con Alphonse el viernes y a Puntido de Tafalla con El gran teatro del mundo el domingo. El grupo, muy activo en las redes sociales, cumple diez años y ha evolucionado hacia un teatro más social, con trabajos de denuncia de la tortura, la violencia de género o, en la pieza que nos ocupa, el trato a los inmigrantes. Del impacto social de su actividad en la pequeña localidad de Tierra Estella, de menos de 400 habitantes, da cuenta el hecho de que fueron sus componentes quienes prendieron el cohete en las pasadas fiestas patronales y eso, en nuestra tierra, son palabras mayores.

La actual formación son cinco chicas que se toman muy en serio su vocación. Dominan hasta la última coma del texto, pisan con soltura el escenario, proyectan bien la voz y demuestran haber hecho un trabajo concienzudo para dar credibilidad a sus personajes, mérito sin duda también de su director. Responden con solvencia ante un trabajo comprometido, pues son cinco monólogos de más de un cuarto de hora cada uno, muy exigentes interpretativamente en los registros dramáticos. Diego Botto ganó el Max al autor revelación con este espectáculo, titulado Un trozo invisible de este mundo, y lo representó en el Gayarre en febrero de 2013.

Al director le ha faltado decisión a la hora de acometer una puesta en escena totalmente abstracta, lo que hubiera dado unidad al trabajo y atemporalidad a la denuncia. Visto que no se ha modificado el texto y varias actrices encarnan caracteres masculinos, la propuesta global pierde coherencia si algunos personajes van caracterizados en vestuario y otros no, unas imitan acentos extranjeros (Judit Álvarez de Eulate borda el argentino) y otras sólo lo apuntan o prescinden de él. Tampoco Orzaiz ha sabido encontrar una función dramática a las telas que cuelgan del peine. Diego Botto dio una inusitada riqueza de significados al espécimen del policía al proyectarlo desde el sarcasmo y una sobrecogedora poética al texto del Turquito, el desaparecido que nos habla desde la muerte, aquí bien interpretados pero en clave realista, con menos vuelo. Sí ha resuelto bien el director la forma de hilar los monólogos y la escena del locutorio, única donde la presencia de las cinco actrices en escena añade matices y realza el sentido de lo que se está contando.

POR Víctor Iriarte. Publicado el martes 22 de septiembre de 2015.