CRÍTICA TEATRO

SMILEY. Autor y director: Guillem Clua Intérpretes: Ramón Pujol y Aitor Merino Producción: Pachesca! y Trasgo (Barcelona) Lugar: Teatro Gayarre Fecha: Domingo  17 de mayo Público: 700 espectadores, casi lleno.

Comedia romántica fácil de entender

Me enteré de casualidad y a toro pasado, pero el 17 de mayo es el Día Internacional contra la Homofobia, porque en esa fecha, en 1990, la asamblea anual de la Organización Mundial de la Salud dejó de calificar la homosexualidad como enfermedad mental. El Gayarre lo celebró discretamente –en ningún sitio se asoció el título programado con la jornada– pero a lo grande, porque trajo hasta Pamplona una excelente comedia romántica, que provocó constantes carcajadas en el patio de butacas. No hay mejor forma de festejar el Día que como lo ha hecho Guillem Clua, escribiendo una obra donde lo gay es puramente anecdótico y no la almendra; donde las pulsiones y comeduras de tarro de los enamorados son tan complicadas, sentidas, ridículas y divertidas como la de cualquier otra relación, en cualquier edad y contexto; y donde la condición sexual no es vista como problema, que es a lo que nos tiene acostumbrado el teatro español.

Y se consigue a pesar de que el autor usa un lenguaje explícito para describir los encuentros sexuales, lo que hubiera podido incomodar al público, digamos, más conservador. Pero Clua es inteligente: inicia la obra con un monólogo en el que el patio de butacas absorbe todas las cambiantes emociones de Alex, destrozado al no contestar  su pareja a sus llamadas. Excelentemente interpretado por Ramón Pujol, el espectador empatiza de inmediato con su sufrimiento y se prepara para disfrutar con lo que viene a continuación: llamó a un número erróneo y le contesta otro joven, con el que queda para conocerse. La segunda estrategia del autor es romper los vivísimos diálogos intercalando apartes (muy cómicos, pues los personajes expresan lo que piensan mientras dicen lo contrario) e interrumpiendo la representación en cinco ocasiones para dar al público heterosexual presente en la sala unas instructivas claves del mundo gay (jerga, drogas, webs de contactos, etc.). Y, en tercer lugar, Clua subraya esa normalidad bromeando sobre cuestiones gays. El resto es de manual: dos personajes bien construidos y antagónicos: Alex es cachas, impulsivo, simple y narciso, de los que entrenan para lucir palmito “en el Orgullo”; Bruno es tímido, inseguro, intelectualoide y pedantillo. Se repelen de inicio pero cambian tras un contacto sexual explosivo. A ello sigue el juego de disimulos, miedos, alejamiento, desencuentros y final feliz excelentemente medidos. Ramón Pujol aporta matices en todos los registros que interpreta, que son muchos. La gran sorpresa ha sido el navarro de Donosti (nadie es perfecto) Aitor Merino, a quien había visto poco y en cine. Compone un excelente Bruno y se desdobla en otros cuatro personajes gays: con pluma, el salido, el novio porteño de Alex y un estereotipado bisexual vasco que resultó hilarante y con el que se ganó una de las tres ovaciones de la velada. A pesar de relevar en Madrid a Albert Triola (que había estrenado el texto en Barcelona), la complicidad con su compañero es absoluta y vital en diálogos tan ágiles. Muy bien dirigidos por el propio autor, se mueven con soltura en una escenografía funcional que tuvo como detalle imaginativo que dos espectadores vieran la función en el escenario, haciendo de clientes del Bar Bero, fuente de pasiones, emoticones y sonrisas (smiling, se entiende, y nunca mejor dicho).

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el jueves 21 de mayo de 2015.