CRÍTICA TEATRO

Cancún. Autor: Jordi Galcerán. Director: Gabriel Olivares. Intérpretes: María Barranco, Vicente Romero, Francesc Albiol y Carmen Gutiérrez. Producción: Nicolás Belmonte, Carlos Larrañaga y Beatriz Santana (Madrid). Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Miércoles 18 de marzo. Público: Lleno.

Todo incluido

El leiv motiv de esta comedia es preguntarse, cuando se entra en la cincuentena, cómo  hubiera sido nuestra vida si, en vez de elegir a esa persona como pareja, nos hubiéramos casado con otra, con la que se emparejó tu mejor amiga/o, por ejemplo. Dos matrimonios muy unidos toman unas copas de más en sus vacaciones en el paraíso mejicano. A una se le escapa entonces un secreto, una pequeña maldad. Escondió un juego de llaves y posibilitó quedarse a solas con el chico que le gustaba para que su amiga –que también echaba miraditas al mismo chaval– acabara en el coche del otro, con quien finalmente se enrolló. Aquella noche, la de los primeros besos, certificó la vida, en apariencia feliz, de los cuatro. Las reacciones a la confesión son dispares y, en apariencia, inocuas. A partir de ahí, los cuatro bromean con un intercambio de parejas que se queda en eso, una broma.

Con este planteamiento, Jordi Galcerán construye una comedia perfecta, un mecanismo que funciona como un reloj, con el reto añadido de ceñirse a las unidades clásicas de lugar, tiempo y acción: un único escenario –la terraza del bungalow–, 24 horas en la vida de estas personas y el enredo de parejas.

María Barranco, de quien hace mucho no se tenían noticias ni en cine ni en teatro, interpreta a la protagonista, Remedios, con ese aire de mujer de buen conformar, esposa cariñosa y un tanto cándida, registro que domina bien y con el que nos encandiló en un buen número de películas. Tras la primera escena, se queda dormida en la terraza y cuando despierta resulta que quien dice ser su marido es precisamente el “otro”. ¿Lo ha soñado? ¿Está el público viendo lo que pasa por su mente? ¿Sufre un problema psiquiátrico? ¿Le están gastando una broma? A partir de ahí, el autor estira la trama en un sinfín de variantes, a cual más divertida.

El atractivo de una buena comedia reside, más allá de lo sugestivo de la trama, en lo que ésta destapa. En este caso, dos matrimonios que arrastran problemas más serios de lo que muestran delante de terceros, amistades profundas que esconden rivalidades menos confesables, frustraciones que afloran, deseos carnales latentes que explotan… Un “todo incluido” más entretenido que el que ofrecen los catálogos de las agencias en el ambiente doblemente cerrado de un resort del que no es fácil escapar. El espectador conoce bien la prueba de fuego que suponen las vacaciones en compañía y lo mucho que pueden trastocar amistades que sólo funcionan como un reloj en el entorno cotidiano. Con ese referente juega Galcerán en esta comedia de 2007, donde exhibe la misma maestría de sus otros grandes éxitos como El método Gronholm o la más reciente El crédito.

La interpretación comenzó un tanto “sucia” en la primera escena, con diálogos cruzados o dichos de espaldas al público que se entendían con dificultad, aunque conforme avanzó la función los actores lograron darle el ritmo adecuado. Los cuatro personajes son muy diferentes entre sí y los intérpretes logran personalizarlos. El momento más cómico fue cuando a la Barranco le pide una relación extramarital Vicente Romero, a quien ella cree su marido. El público rió durante toda la función y seguramente más de uno abandonó el teatro dándole vueltas a lo que propone esta escapada playera.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el jueves 26 de marzo de 2015.