CRÍTICA TEATRO

La inauguración. Libreto y dirección: Susana Pellicer y Fernando Arregui. Producción: Gus Marionetas (Pamplona). Manipulación de los títeres: Fernando Arregui. Lugar: Fachada del Teatro Gayarre. Fecha: Viernes 3 de octubre. Público: Doscientos espectadores.

El discreto encanto de Gus

Hay artistas en Navarra a los que se les oye mucho, en los escenarios y fuera de ellos. Hay familias y banderías, una enfermedad profesional en el teatro tan común y extendida como la silicosis entre los mineros, y en poco o nada benefician al sector, más bien lo lastran. Pero también hay artistas que van construyendo una sólida carrera alejados del ruido ambiental, desde una discreción buscada. Es el caso de Gus Marionetas, que ha generado en 25 años un sólido catálogo de espectáculos cada vez mejor concebidos y ejecutados. Un trabajo artesanal realizado al margen de prisas y urgencias, atinando con temas y propuestas y dedicando tiempo a cada elemento de la puesta en escena (muñecos, historia, música, etc.), lo que le ha permitido completar un rico catálogo con variedad de formatos y con la exigencia de calidad por delante. Eso se ha traducido en trabajo regular dentro y, sobre todo, fuera de la región, contribuyendo a reducir el desequilibrio de nuestra balanza comercial en artes escénicas, donde importamos muchísimo más de lo que exportamos. Apostaría a que entre las obras navarras más representadas está La princesa de fresa.

El Teatro Gayarre ha otorgado a Gus el honor de abrir su temporada con un espectáculo concebido para inauguraciones, idea tan brillante como fue crear La bibliotecaria en apuros para trabajar en un circuito complementario. La música clásica es el leiv motiv, el gusto por el detalle el recurso para captar al espectador de más corta edad y el humor, el perfume ambiental de la pieza. Susana y Fernando dicen que han creado títeres de guante, pero yo me atrevería a definirlos como de dedo. El resultado tiene algo de surrealista y mágico, puesto que todos los personajes tienen un brazo a un lado (que mueve el dedo pulgar) y tres derechos, estando el índice ocupado por la cabeza. Da igual: pasa inadvertido porque, a cambio, permite al muñeco gran libertad de movimiento y manejo de objetos. Los personajes son los que pululan por una sala de conciertos: la soprano y su perrito, el director, el pianista, un moscardón y hasta un coro que canta y se mueve con gran precisión. Las músicas, muy bien seleccionadas, atrapan al público adulto tanto como a los niños el movimiento en el tabladillo. Un trabajo minimalista, pensado para ser disfrutado de cerca, que los paseantes de Carlos III aplaudieron en una tarde casi veraniega.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el miércoles 8 de octubre de 2014.