Crítica de «En el estanque dorado», con Héctor Alterio y Lola Herrera, en Baluarte, por Víctor Iriarte en Diario de Noticias
CRÍTICA TEATRO
EN EL ESTANQUE DORADO. Productora: Pentación (Madrid). Autor: Ernest Thompson. Dirección: Magüi Mira. Intérpretes: Lola Herrera, Héctor Alterio, Camilo Rodríguez, Luz Valdenebro y Mariano Estudillo. Lugar: Baluarte. Fecha: Domingo 15 de diciembre. Público: dos tercios de entrada.
En la prórroga
En el estanque dorado es una obra de teatro que triunfó en Broadway y se popularizó en 1981, cuando se transformó en una excelente película que fue candidata a diez premios Oscar, de lo que ganó tres: para los dos actores principales, Henry Fonda y Katharine Hepburn, y para el dramaturgo Ernest Thompson, que se había encargado de adaptar su pieza al cine. Recibió también el premio al mejor drama en los Globos de Oro de ese año. Siendo una obra donde el protagonista habla todo el tiempo de la muerte, la cinta disfruta de un perfume casi mítico tras fallecer Henry Fonda al poco de su estreno.
Es la primera vez que se traduce y estrena el melodrama en España y su éxito comercial parece asegurado. Por dos motivos: los dos populares actores que encabezan el reparto y el texto, que toca la fibra sensible con conmovedora efectividad. Sin embargo, la obra teatral se desarrolla en un escenario único, la casa frente a la bahía, y pierde respecto del filme, especialmente la relación cómplice abuelo-nietastro (si es que existe la palabra) gracias a la pesca, que en el teatro se hurta con una sencilla elipsis.
Lola Herrera está como acostumbra toda gran dama de la escena, o sea, bien. Su personaje vitalista, jovial y enamorado, está en la línea filmada por la Hepburn. Más interés despierta el papel de Norman Thayer, el marido. Encarnado por Henry Fonda, era un viejo aterrado con la idea de la muerte, gruñón y maleducado, cuya hosquedad invitaba a la compasión. Alterio crea un personaje de perfiles más amables, más irónico que cínico, burlón antes que grosero. Aunque está asustado con la idea de una muerte próxima, por supuesto, parecen pesarle más las pocas ganas de vivir que tiene, la jubilación ociosa a la que se siente condenado. No es casual que las ofertas de empleo sean su sección preferida del periódico. Cuando conecta con el chico, recupera la ilusión y el cambio sustancial que experimenta hace más creíble la reconciliación con la hija. Se sabe en la prórroga del partido, pero quiere jugarlo. Alterio logra lo que consiguió antes en Yo, Claudio: alejarse de un modelo icónico popularizado en la pantalla para construir un rol más personal.
Ambos actores son de motor diésel: hubo algunas vacilaciones y olvidos en los diálogos y falta de ritmo en las primeras escenas, pero ambos se fueron creciendo minuto a minuto, arrancando muchas carcajadas con réplicas perfectamente colocadas. Tienen tal capacidad de conexión con el patio de butacas que, tras la excelente interpretación de la escena del amago de infarto, cuando se despiden con un “hasta luego” del lago, algunos espectadores les respondieron en voz alta. Luz Valdenebro y Camilo Rodríguez, intérpretes con tablas y cierta popularidad televisiva, y el chaval Mariano Estudillo, estuvieron convincentes en sus papeles y los cinco se despidieron con gritos continuados de “¡bravo!”, no pocos espectadores aplaudiendo de pié y tres alzadas de telón. Ante esto, pocas objeciones caben, a pesar de que el escenario del auditorio resultó excesivo para este decorado y se actúa con voz amplificada, cuando el montaje requiere calidez y proximidad. En favor de Baluarte, el acierto de programar este título, muy apropiado para “su” público, donde abundan las personas de edad.
Cuando hay un texto compacto y actores solventes, la dirección de escena tiene que pasar inadvertida, como los buenos árbitros en los partidos de fútbol, y así lo ha entendido Magüi Mira. Se nota su buena mano en los movimientos del chico y en la concepción del espacio escénico: el bosque como telón de fondo, apenas unos pocos muebles, paredes construidas con luz y la acertada apuesta por “situar” el estanque en el patio de butacas. Esas aguas que son testigo de la prórroga vital de los Thayer somos nosotros y sufrimos, reímos y nos emocionamos con ellos.
POR VÍCTOR IRIARTE en Diario de Noticias de Navarra
Ayer fui a ver la obra a Madrid. La oportunidad de ver en directo a Héctor Alterio, me parecía motivo más que suficiente. Si a esto le sumo a la maravillosa Lola Herrera y la historia de una de mis películas favoritas,… No me defraudó. La ternura, la ironía, los comentarios achispados que provocaron multitud de risas. Simplemente genial.
Camilo Rodríguez y Luz Valdenebro, regular. Quizás porque es difícil brillar estando tan cerca de estos dos astros. Y Mariano Estudillo, aunque un poco sobreactuado, para mí, aprobó.
Un gusto, y quien tenga oportunidad de verla, que no lo dude. En Madrid, estará solo hasta el domingo 29 de junio.