Compañía: Iluna Producciones. Autor y director: Miguel Goikoetxandia. Intérpretes: David Larrea, Ana Berrade, Pedro Izura, Óscar Orzaiz, Miguel Goikoetxandia. Lugar y fecha: Auditorio de Berriozar. 14/10/2012. Público: Dos tercios de entrada.

Círculos y polígonos

Todo vuelve. También en la economía: a un período expansivo, mayor o menor, le sucede uno de crisis, más o menos profunda. La historia se repite. El único consuelo estriba en mantener la esperanza en que, más tarde o más temprano, también la crisis se quedará atrás en este eterno viaje circular y, de nuevo, volveremos a la expansión. La duda, la angustia, más bien, está en saber si seremos los mismos cuando lleguemos a ese viraje de la rueda de la fortuna. Si llegamos.

Iluna también vuelve. Puntualmente cada año. Y, de manera análoga, también algo ha cambiado aunque sigan siendo los mismos. La compañía dirigida por Miguel Goikoetxandia comenzó con comedias casi puras, en las que se entreveraban algunas leves vetas de crítica social, o, más bien, de retrato de usos y costumbres forales. Estas trazas han ido expandiéndose, hasta que, en este último espectáculo, la parte más seria conforma la esencia del montaje. Aunque el humor no desaparece: ya se avisa desde el título, Cerdo agridulce, que, en esta fotografía de la cochina realidad, hay sitio para las alegrías y para las penas.

La historia de este Cerdo agridulce transcurre en un polígono de las afueras de Madrid. Un grupo de trabajadores españoles trabaja de manera irregular para una empresa china de preparados de comida congelada.  Y esto también es una irónica vuelta de tuerca: presentar a españolitos explotados por orientales, cuando el tópico habitual es, o era, el de los chinos en condiciones de semiesclavitud mientras los autóctonos mirábamos desde la barrera. Establecer esa relación empleado-empleador supone tal vez estirar un poquito los límites del realismo, pero funciona muy bien como metáfora del vuelco en las condiciones de unos y otros.

A Iluna, y en especial a su autor y director, hay que reconocerle que, a lo largo de sus años de existencia, ha intuido muy bien lo que el público quería, o, al menos, que ha sabido mostrárselo del modo en que al respetable le apetecía que se lo contaran. Y este es un mérito que no está al alcance de cualquiera. Creo que, pese a ese tono algo más sombrío, con Cerdo agridulce van a conseguirlo de nuevo. Aunque alejen geográficamente el marco de la acción, entiendo que su público va a reconocerse en unos personajes copiados del natural y con problemas cercanos.

Cerdo agridulce tiene una estructura circular o, al menos, empieza y acaba en el mismo punto. Es quizá un poco comprometido asegurar que tiene una estructura, por cuanto, aunque los personajes comparten espacio y problema, la obra se construye más bien como una sucesión de sketches que explican a modo de flashes la situación a los protagonistas, antes que con un desarrollo argumental propiamente dicho. No lo digo como un demérito, entiendo que ese cariz casi documental es buscado por el autor. En cualquier caso, la pieza se sostiene bien gracias al realismo con el que se presentan las situaciones (no obstante, alguna, como los monólogos del Cosaco, me chirría un poco), a unos diálogos escritos por alguien con la oreja pegada a la calle, a un humor cercano (del que David Larrea, con su personaje Gelo, saca petróleo para casi llevarse la función de calle), y a un elenco que sabe a lo que juega y lo hace bien.