Obra: San Fermín, San Fermín. Autor y director: Ignacio Aranaz. Intérprete: Lander Iglesias. Lugar y fecha: Teatro Gayarre. 20/06/11.

Por todos los santos «san Fermín, san Fermín»

OPINA Ignacio Aranaz, y en esto tiene razón, que la gente de Pamplona conocemos muy poco de San Fermín. Del santo. De su vida. Que se nos nubla la vista de blanco y rojo cuando estalla el cohete a las doce del seis, pero que, si nos preguntan por el personaje por el que tan devotamente nos entregamos a la vorágine festiva, no sabríamos dar más de dos datos ciertos. Bueno, pues para sacarnos de nuestra ignorancia sobre el santo morenico, para que no tengamos que molestarnos en abrir un libro, Aranaz nos cuenta todo sobre él en el teatro. Luego ya, si nos apetece algo de teatro, bien podremos leer un libro. De teatro, se entiende.

El caso es que no se conforma solo con San Fermín. Ya puestos, nos ofrece un repaso por todos los santos relacionados con esta gloriosa ciudad, desde San Saturnino, pasando por San Honesto, hasta San Francisco Javier. Incluso nos presenta a una para mí desconocida Santa Fermina, patrona de la ciudad italiana de Civitavecchia, en la que no se profundizó más porque el ponente advirtió que se estaba alargando en exceso. En fin, tal vez por no ser yo muy aficionado al género hagiográfico, la verdad es que coincidí con él en esa apreciación. Quizá si el actor se hubiera encomendado también a San Virila, la percepción temporal habría sido distinta.

San Fermín, San Fermín, encuadrada dentro del ciclo organizado por el Gayarre San Fermín, a escena, evita la forma más habitual de representación para adoptar la forma de conferencia dramatizada sobre la figura del santo. Solo un actor sobre las tablas, bien acompañado, eso sí, por la presencia de numerosos santos que, en efigie de casi dos metros, iba presentando ante el respetable para ilustrar su discurso.

Un recurso que casi podríamos calificar de medieval, por la época en la que, según se dice, se apoyaba en la imaginería de las iglesias las explicaciones de la historia sagrada. En el caso que nos ocupa, la exuberancia icónica tiene más bien el propósito de intentar dinamizar de algún modo la disertación, cosa que puede conseguir al principio, pero que, a mi parecer, acaba siendo contraproducente por saturación.

Entre tanto santo, no es de extrañar que alguno se le vaya al actor de tanto en cuanto al cielo, y pierda el hilo de la narración. Qué hay, entonces, más sanferminero que el capotico de un apuntador entre cajas para soplarle la línea extraviada.

Ignacio Aranaz ha demostrado en otras ocasiones ser un prosista notable. No está este texto a la altura de sus mejores logros. Lo encuentro largo, digresivo en exceso, náufrago entre las dos aguas de una seriedad que seguramente no procedía y de una comicidad con la que, salvo en momentos puntuales, el público no termina de conectar. Lander Iglesias trata de mantener a flote la propuesta echando mano de oficio y de ganas. El apaño funciona a ráfagas, pero mi impresión es que el actor termina perdiendo la batalla. Una lástima.