CRÍTICA TEATRO

REINA JUANAInterpretación: Concha Velasco. Autor: Ernesto Caballero. Dirección: Gerardo Vera. Escenografía: Alejandro Andújar y Gerardo Vera. Vestuario: Alejandro Andújar. Iluminación: Juanjo Llorens. Vídeoescena: Álvaro Luna. Producción: Grupo Marquina – Siempre Teatro (Madrid). Lugar: La Cava del Castillo de Olite. Fecha: Sábado 23 de julio. Público: 400 espectadores, lleno.

Como una cabra

El axioma de que los rostros conocidos son la mejor vía para llevar gente al teatro se cumplió de nuevo en Olite y Concha Velasco llenó la primera función en el escenario principal del Festival para ofrecernos un texto nada clásico, un monólogo escrito aquí y ahora, sobre la Juana I de Castilla o de Trastámara, conocida como “Juana la Loca”. En algunas entrevistas ha defendido la actriz que la persona a la que encarna sólo enloqueció al final de su vida, y en esa clave ha desarrollado su interpretación, pero nada más alejado de la verdad. La reina estaba como una cabra y dio síntomas de ello desde muy temprano. Una esquizofrénica de manual, según la historiografía médica, con antecedentes familiares, pues su abuela Isabel de Portugal, a la que se cita en la obra, también evidenció similares síntomas y terminó recluida en vida.

La hija de los Reyes Católicos fue una mujer de una extraordinaria fortaleza física, pues vivió hasta los 76 años, toda una proeza en la época. Hubo otras cosas en su vida que la hicieron realmente singular: en sus diez años de matrimonio parió seis hijos sin dolor y sorprendente todos sobrevivieron y alcanzaron la madurez, mantuvo trifulcas en público y en privado con su madre, no era creyente ni lo disimulaba (a cualquiera sin sangre azul le costaba la hoguera de la Inquisición) y, lo más curioso, se enamoró perdidamente del hombre con quien la habían casado, Felipe el Hermoso. Esto sí que era una auténtica excentricidad, pues entonces ni se practicaba el amor romántico tal y como lo entendemos ahora ni el matrimonio entre príncipes suponía otra cosa que un contrato mercantil y político en la que la mujer se comprometía a dar descendencia. En sus ataques de celos rapó a cortesanas que se acostaron con su marido. Una vez viuda,  se negó a asearse (hábito tampoco muy extendido en la época), vistió por gusto harapos y  paseó el ataúd de su marido ocho meses por Castilla, abriéndolo de vez en cuando para besar el cadáver. Lo hacía, además, evitando dormir en conventos de clausura, como era la costumbre, no fuera a ser que las monjas se enamoraran del fiambre. Lo dicho, de atar. Pero, a pesar de ser públicos y notorios sus desórdenes mentales, fue pretendida por diversas casas reales debido a su probada fecundidad. Fue nominalmente reina de Castilla en 1504 y de Navarra y Aragón a partir de 1516, pero desde 1506 no ejerció ninguna autoridad, porque primero su padre Fernando el Católico y luego su hijo Carlos I la incapacitaron. A pesar de ello, no luchó contra el emperador en la guerra comunera, cuando los nobles levantiscos le ofrecieron la Corona. Desde 1509 y hasta su muerte en 1555 vivió recluida en un palacio de Tordesillas, con ventanas enrejadas para evitarle tentaciones de suicidio, y maltratada.

El texto ha pasado por varias manos pero no parece que haya servido para mejorarlo. Es un ladrillo plúmbeo al que le sobra erudición, pues cada personaje, situación y ambiente es profusamente contextualizado, lo que lo aleja del lenguaje oral que precisa el escenario. Se estructura como una confesión en voz alta de Juana al sacerdote Francisco de Borja (a quien por cierto ella anticipa que alcanzará la santidad, un alarde pedante e innecesario). Queda pues como una lección de historia recitada, poco teatral porque además el texto es en exceso “literario”, recargado, gustándose en la adjetivación, bonito para ser leído pero que suena acartonado dicho de viva voz. Es un monólogo plano –el relato más o menos cronológico sobre la peripecia vital de la reina– que carece de progresión dramática y desperdicia la almendra que podía haberlo singularizado, la tesis que exige toda obra teatral, y que aquí se lanza de sopetón y sin previo aviso en los últimos cinco minutos de la representación: que Felipe el Hermoso murió envenenado por orden de Fernando el Católico. Pero nada en los 85 minutos previos “conduce” al público hasta ese momento terrible ni por tanto justifica dramáticamente la locura de la protagonista.

Concha Velasco es una extraordinaria actriz de comedia y de musical. No es una trágica y tiene limitaciones en el registro dramático. El texto no le ayuda a dar verdad y su interpretación resultó monocorde en los primeros 50 minutos de representación, que se hacen eternos. Sí que logró insuflar sentimiento al relato de pasajes contados –el primer encuentro con el amado, el demoledor testamento de su madre– y dio cierto humor a otros, registro en el que se encuentra más cómoda y donde logró naturalidad. Brilló en esos cinco minutos finales citados, cuando confiesa desgarrada su sospecha del regicidio que le abrasa por dentro, con una mirada fija de loca que de verdad estremece.

La escenografía es neutra pero del tamaño suficientemente avasallador para subrayar la condición carcelaria de la estancia. La dirección de Gerardo Vera es “peliculera”, con continuos subrayados musicales, primeros planos a base de efectos de luz, proyecciones para guiar al público y hasta unos créditos finales truqueros. Demasiadas salsas para un plato falto de cocción. Y se puede calificar, como poco, de  errática, pues aunque la acción está situada en el último día de la vida de Juana, Concha Velasco no interpreta a una anciana moribunda y agotada. Todo lo contrario, la actriz vertebra con brío y garbo su discurso y habla y se mueve sin pausa durante 90 minutos, lo que evidencia una excelente condición física que esperemos conserve muchos años,  porque la queremos seguir aplaudiendo sobre los escenarios. El público soportó sin chistar el cierzo puñetero que obligó a desplegar mantas y ovacionó puesto en pie tanto el trabajo de la actriz como su discurso de agradecimiento en su debut en este escenario.

POR Víctor Iriarte. Publicada en Diario de Noticias el lunes 25 de julio de 2016.