CRÍTICA TEATRO

PORVENIRProducción: ENT (Navarra). Dramaturgia y dirección: Javier Pérez y Fuensanta Onrubia a partir de textos de Samuel Beckett. Intérpretes: Garazi San Martín, Estíbaliz Balda, Irati del Valle, Sergio Izpura, Xabier López y Samuel Quel. Vestuario: María Sagüés. Lugar: Escuela Navarra de Teatro. Fecha: Viernes 27 de mayo. Público: 50 espectadores.

Beckett heterodoxo

Samuel Beckett nació hace 110 años en Dublín. Era un irlandés de religión protestante, formación humanística y experto lingüista, acusado sentido del humor y apasionado de la escena. Recibió el premio Nobel de Literatura en 1969 por haber revolucionado el teatro, depurándolo al máximo, de ahí que sea el paladín de la “poética de la sustracción”. Lo escribió en francés y no en su lengua materna porque una prestada siempre exige mayor precisión y economía de estilo, “y el estilo es pura vanidad, una corbata de lazo sobre un cáncer de laringe”, escribió. Firmó cuatro dramas de duración estándar y 29 dramaturgias mucho más escuetas para teatro, cine, radio y televisión. Y tres novelas. Pocos armaron tanto ruido con tan poco. Negó que su teatro fuera absurdo, etiqueta que se le colgó con Esperando a Godot, de 1953, pues es el suyo un teatro reflexivo e intencional, cercano al existencialismo. El Teatro Gayarre le dedicó un ciclo en 2006 y José y Concha Láinez estrenaron en 2010 un magnífico espectáculo de danza-teatro, Beckett 5, que evidenciaba una atenta y fiel lectura de su obra.

Seis alumnos se despiden de la ENT con una puesta en escena que persigue transmitir el espíritu beckettiano, lo que se logra en contados momentos. Porvenir queda como un ejercicio de escuela, sin duda más instructivo para los intérpretes, a los que se les adivinan buenas maneras, que para el público. Beckett dirigía siempre sus obras y sólo en raras ocasiones, y supervisándolas, permitió que otros las llevaran a escena. Si por casualidad saliera de su tumba y viera ésta, sin duda llamaría a la policía. Nosotros la celebramos aun siendo una propuesta muy libre, demasiado heterodoxa y hasta herética, pues tanto movimiento en escena y efectos gratuitos de luz y sonido traicionan al autor. Se escenifican tres de sus Pavesas, como se conoce en España su teatro breve, una de ellas intercalada en fragmentos de Final de partida aprovechando la coincidencia de que dos personajes en ésta viven dentro de unos cubos de arena y, en una urna, los tres de Comedia.

La propuesta comienza bien, con la aparición de los seis intérpretes desde el público para colocarse sombreros y zapatos que nos recordarán a los personajes mitad clowns mitad mendigos de Godot. Repetirán el “nos vamos” en varias ocasiones y, es lástima, se irán por el pasillo al final. Es catastrófica, y no es juego de palabras, la puesta en escena de Catástrofe. Mal dirigida la actriz, su histrionismo y griterío machaca el ambiente inquietante que busca el ensayo teatral. No se pautan los silencios y se añade música a una pieza donde parece olvidarse que denuncia el encarcelamiento de Vaclav Havel. El mismo error, una interpretación excesiva y sin respeto a las acotaciones, se repite con la actriz en silla de ruedas de Final de partida, donde el desasosegante rol de dominación-sumisión de Hamm y Clov tras la hecatombe nuclear requeriría de más sutileza. El cambio de género de los personajes, gratuito, no ayuda. A los diálogos de los rostros parlantes de Comedia les falta viveza y se les puede restar todavía expresividad. La iluminación, exquisita a pesar de los fallos, no sigue la exigente pauta del autor. Vaivén se fotocopia ad infinitum en un juego sugerente que permite mostrar las virtualidades de seis intérpretes con gran dominio de cuerpo y voz  que sin duda destacarán en el futuro en papeles menos comprometidos.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el lunes 30 de mayo de 2016.