CRÍTICA DE DANZA

Trisha Brown Dance Company. Dirección artística, fundadora y coreógrafa: Trisha Browm. Dirección artística asociada: Carolyn Lucas y Diane Madden. Programa: In plain site. Programación: Museo de la Universidad de Navarra (Mun). Lugar: espacios expositivos del museo. Fecha: 17 de abril de 2015. Público: buena entrada (18 euros).

CAMINAR POR LAS PAREDES

No busquen las transparentes, sensuales, ordenadas, limpias y maravillosas coreografías de Trisha Brown (Washington, 77 años) en el escenario convencional de un teatro. Su danza es como el oxígeno, está en cualquier lugar, y adquiere plenitud y belleza en el extraordinario dominio del espacio “coreútico”, o sea, en la apropiación, medida, y exaltación de rincones más o menos abiertos o recoletos; interiores o exteriores, que sus bailarines van conquistando. Hoy del acogedor y cálido Mun; de su suelo, espacios, paredes y tejados. Brown utiliza la música con cuentagotas, porque, otra de sus virtudes coreográficas es la interiorización del ritmo por sus bailarines. Ella misma dice que accedió a la danza, o sea a escuchar la música desde el interior del cuerpo, por el insoportable murmullo exterior de los conciertos. Y, desde esa interioridad del bailarín, las coreografías que vemos hoy han sufrido un despojamiento hacia lo esencial, hacia movimientos cotidianos, hacia una simplicidad (no simpleza) rotunda, diáfana, arriesgada, que atrapa por la excelente realización.

In plain site es una serie de miniaturas o muestrario de obras, compuestas entre 1970 y 2011, donde se desarrolla desde lo más conceptual de las series de “acumulación primaria”, hasta los rincones intimistas de un lírico adagio barroco, pasando por la “danza española”, una de sus obras más conocidas; o los no menos llamativos “Sticks”. Abre la sesión la Acumulación primaria 1: sobre el suelo negro, los bailarines, en riguroso blanco, evolucionan, en un alarde de sincronización y simetría, sobre movimientos elementales y cotidianos: impecable el metrónomo interno de las cuatro bailarinas. En Sticks I los bailarines se arriesgan a interactuar con unos listones y sostenerlos casi acrobáticamente; es un ejercicio de humildad para ellos –no siempre lo consiguen-, y de trabajo en equipo –deben realizarlo los cuatro-. Brown une aquí su pasión por la danza y por el dibujo; trata de enmarcar el movimiento del bailarín; fue una coreografía pensada para el MOMA, y, claro, tenía que estar en el MUN. Esta “enmarcación” (Sticks II y IV), se repetirá en varios espacios del museo. Sobre el largo muro de entrada, una poderosa elevación de la bailarina sobre tres bailarines, la hace caminar por el muro: dura un minuto, pero impacta, por su sencillez conceptual y por su realización. El simpático fragmento de La danza española es lo que pretende: contagioso. La bailarina contagia con su ritmo, sucesivamente, al resto. Preciosas perspectivas en varios planos, de otras obras, se suceden, con un apunte de delicada ternura, neoclásico, del adagio bailado. Y subimos al tejado: Moneo lo dispuso en terrazas hermosas para ser aprovechadas. Y la compañía lo hace sin salirse de su elegante simplicidad. Podrían haber simulado vuelos de garzas –la ciudad y un tractor al fondo-, pero prefieren movimientos esquemáticos –eso si, con mucho vuelo- en una perfecta diagonal de toda la compañía sobre el cartabón del espacio. Luminosos, bellos, perfectos; con unos cortinones de sol y nubes de música de fondo.

Por TEOBALDOS. Publicado en Diario de Noticias el domingo 19 de abril de 2015.