Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Aquel aire infinito», de Lluisa Cunillé, con Hongaresa de Teatre, en Civican
CRÍTICA TEATRO
Aquel aire infinito. Compañía: Hongaresa de Teatre (Comunidad Valenciana). Autora: Lluisa Cunillé. Director: Paco Zarzoso. Intérpretes: Lola López y Pep Ricart. Lugar: Civican. Fecha: Miércoles 4 de marzo. Público: Un tercio de entrada, unos cincuenta espectadores.
Día Internacional y mujeres
Por esta obra, escrita en 2002, Lluisa Cunillé recibió el Nacional de Literatura Dramática en 2010, por lo que es de agradecer que Civican la haya acercado hasta Pamplona programada con la compañía “oficial” de la escritora, que dirige el también prestigioso dramaturgo Paco Zarzoso. Sin embargo, no despertó ningún interés ni la mínima curiosidad entre el nutrido sector teatral profesional navarro, tan reivindicativo y bullanguero a la hora de reclamar derechos y del que casi nunca se tienen noticias en los patios de butacas. Acudió a la representación el espectador habitual del centro cívico, que demostró estar bastante leído, porque para sorpresa del director siguió con suma atención un montaje que considera difícil.
La catalana es la “autora de culto” española en estos momentos, etiqueta que se traduce en innumerables premios, reconocimiento crítico unánime, ser objeto de estudio en universidades nacionales y extranjeras y pare usted de contar. Son escasos sus montajes –muchos en teatros oficiales, donde programarla queda muy aparente– pero apenas arrastra público ni popularidad. Es el suyo un teatro intimista, discursivo, con tendencia a lo literario, con personajes bien trazados (especialmente los femeninos) y muy poca acción dramática, aunque con planteamientos siempre ingeniosos. Ofrece finales abiertos, muchas veces desconcertantes, con huecos que debe “rellenar” el espectador a pesar de no encontrar pistas evidentes. Barcelona, mapa de sombras y Después de mí, el diluvio son en mi opinión dos de sus piezas más logradas.
En el entorno del Día de la Mujer, le va al pelo esta obra. También el escenario mínimo de Civican, no concebido para teatro pero que ofrece gran cercanía al público. Funciona para piezas de cámara como ésta, que solo precisa de una mesa de bar y dos sillas. Muestra el encuentro de Ulises con cuatro mujeres. Si se conocen los referentes, el texto es un exquisito banquete intelectual para teatreros. Ulises es un emigrante sin papeles, a la defensiva, asustadizo, que trata de no llamar la atención. En la primera escena, dos monólogos superpuestos, se topa con Electra, que vuelve del entierro de su madre, la odiada Clitemnestra, y no encuentra el alivio que esperaba. Después el aquí antihéroe dialoga con Fedra, que personifica la capacidad de amar y matar por despecho, y que se le ofrece. Ulises, el topógrafo condenado a vagar sin rumbo, dialoga más tarde con una agria Medea, recién salida de la cárcel por el asesinato de sus hijos. Finalmente, trata de conectar con la fugitiva Antígona, en esta revisión del mito una terrorista fuera de la ley por haber rechazado las leyes de la polis.
El nombre de la protagonista femenina se proyecta al inicio de cada acto, al estilo de las películas mudas. También los efectos de sonido, que sin embargo no se oyen en la sala, lo que acentúa el carácter ritual de la representación casi tanto como la hiératica actuación de Ricart, voluntariamente contenida. La representación fue un tanto accidentada, puesto que Lola López perdió la voz en el primer monólogo (luego se recuperó) y se quebró la mesita de mármol en la cuarta escena. Un minuto antes y hubiera coincidido con las detonaciones que cita el texto y hubiéramos pensado que esto era Hollywood.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el miércoles 11 de marzo de 2015.
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