El Teatro Gayarre de Pamplona acoge hoy jueves la puesta en escena de Nosotras, un montaje teatral que refleja los problemas de la reconciliación de las «dos Españas» generadas por la Guerra Civil a través de la historia de dos hermanas, ubicadas por las circunstancias en bandos contrarios. Se trata del primer montaje de la productora «El Bucle», creada por las actrices navarras Maiken Beitia y Leire Ruiz, protagonistas de esta obra de Alberto Iglesias, dirigida por Pedro Miguel Martínez, y a cuyo escenario sube también Francesco Casalí, que acompaña al piano diversos momentos clave con su música original.

En conferencia de prensa, el director ha presentado ésta como una obra «de memoria histórica sobre esas ‘dos españas’ que todavía no se han acabado de reconciliar», encarnadas en dos mujeres, «dos hermanas a las que las circunstancias, vitales, sociales, afectivas, incluso familiares, han situado en bandos contrarios». Ambas, la maestra republicana Josefina (Maiken Beitia) y su hermana Isabel (Leire Ruiz), que está en el lado franquista, se reencuentran en tres momentos de la historia, los dos primeros sin posibilidad afectiva de iniciar un acercamiento, ya que en el primero Isabel está secuestrada por los maquis y en el segundo Josefina está presa en la cárcel, mientras que la tercera cita es en México, 30 años después.

Martínez ha reconocido que la reconciliación tras la Guerra Civil española sigue siendo un asunto de actualidad, como también lo es «una pulsión que se ve en el escenario y que me gustaría que moviera al espectador: por qué no somos capaces de dar el paso hacia la reconciliación en cualquier nivel». «Por qué de pronto tenemos la guardia tan alta; por qué somos incapaces de entendernos; por qué no somos capaces de olvidar, de perdonar, de hablar», un mensaje «muy interesante ahora mismo, en un año en el que el disentimiento va a ser total y el entendimiento sería tan necesario», ha advertido en referencia a las citas electorales. En cualquier caso, el director ha reconocido su interés en centrarse en el aspecto humano y personalizar y concretar una circunstancia, la de la postguerra y la reconciliación. Por ello abordan la historia personal de dos personajes que viven «circunstancias límite y muy duras», aunque durante sus encuentros «quieren abrazarse, perdonarse, comprenderse y no pueden, porque son enemigas, porque no pueden bajar la guardia, porque bajar la guardia significa ceder y darle la razón al otro o a la otra».

Por su parte, Leire Ruiz ha considerado «muy interesante» la labor actoral de esta función a la hora de afrontar el texto, que requiere de «un trabajo muy minucioso a nivel emocional». Su compañera Maiken Beitia ha señalado que como actriz «lo más difícil es encontrar ese punto en el que ellas pueden encontrarse y amarse», un trabajo en el que exploran para exteriorizar ese «recorrido emocional, que ha sido y sigue siendo difícil», porque «hay mucho amor, dolor, rencor y sentimiento».

En cuanto a la escenografía, Martínez ha explicado que en la función «no hay decorado corpóreo. Lo que hay son los muebles que se van a utilizar que están siempre en el escenario, rodeando la acción».

«Hemos querido construir una especie de desván de la memoria» y son las propias actrices quienes manejan los muebles, poniéndolos, quitándolos y moviéndolos conforme transcurre la acción.

También la música tiene su protagonismo, ya que Francesco Casali la ha compuesto ex profeso y él mismo interpreta al piano sobre el escenario los temas que caracterizan tanto a los dos personajes como a su padre, que planea en escena. «La música en directo da emoción», ha asegurado, aunque también ha advertido de que «la música en el teatro no debe coger demasiado protagonismo», un argumento para el que ha utilizado el símil del maquillaje, que aplicado en su justa medida embellece a las personas pero que en exceso las afea.