A cielo abierto. Autor: David Hare. Dirección: José María Pou. Intérpretes: José María Pou, Nathalie Poza, Sergi Torrecilla. Lugar y fecha: Teatro Gayarre, 5/05/2013. Público: lleno.

Amar, verbo irregular

En A cielo abierto, el personaje de Tom Sergeant, un rico empresario dueño de varios restaurantes, cuenta cómo reformó el dormitorio de su mujer enferma, sustituyendo el techo por una gran claraboya de cristal, para que pudiera ver el cielo desde su cama. Eso es lo que significa literalmente el título original de la pieza, Skylight: claraboya, tragaluz. Imagino a la pobre Alice, mirando el cielo sin poder moverse, mientras a Tom el tiempo se le acaba sin saber hacerse perdonar su infidelidad con la coprotagonista del drama, Kyra Hollis, una joven que trabajaba de camarera en uno de sus locales y que Tom se llevó a vivir a su casa. La continuación de la historia me parece casi la otra cara de la moneda del Don’t you want me, de Human League: cuando Alice descubre el engaño, Kyra abandona a su mentor, cambia la comodidad de una casa en Wimbledon por un gélido cuchitril suburbial, y la seguridad de un buen trabajo por la pelea diaria en una escuela pública.

A cielo abierto comienza unos años después, con la visita inesperada de Tom al apartamento de Kyra. Mejor: comienza unas horas antes de esto, con la igualmente inesperada visita del hijo de Tom, para contarle a Kyra la preocupación por el ánimo de su padre una vez que Alice ha muerto. Creo que Tom encuentra en el destartalado piso de Kyra su propio skylight: una claraboya al cielo mientras a su alrededor todo agoniza, aunque él lo niegue. Los indicios apuntan a que nos encontramos ante la clásica historia del rico capitalista infeliz puesto en evidencia por la chica pobre pero honrada. Sin embargo, no es tan clara la luz que entra por este lucernario. Con este planteamiento, es fácil quedarse en el panfleto, en la simplificación ideológica, pero Hare lleva las cosas más allá. El mérito de A cielo abierto está en que, por encima de posibles lecturas políticas y de otras componendas, su autor ha sabido crear unos personajes realmente humanos, dolientes y tiernos, que protagonizan una hermosa historia de amor. O de desamor: Tom y Kyra se buscan, se encuentran y descubren que, tal vez, se necesiten. Pero no siempre dos y dos son cuatro, y, pese a lo que diga la gramática, amar es a veces un verbo irregular.

Skylight fue un éxito en su estreno en Gran Bretaña en 1995. Aquí, este texto ha estado ligado al nombre de José María Pou, que ya lo representó anteriormente en 2003. El año pasado volvió a él, con intención de completar una gira que no pudo hacer en su momento. Su presencia en el cartel es garantía suficiente para llenar el patio de butacas. Es un privilegio disfrutarle en el papel de Tom, un personaje al que dota de esa vehemencia y esa energía características de alguien que ha sabido siempre conseguir lo que se ha propuesto. Tom habla a latigazos, y, sin embargo, puede quedarse sin palabras ante las réplicas certeras de la Kyra interpretada por Nathalie Poza. Tanto la de esta última (también era fenomenal la de Roser Camí en la versión catalana) como la de Pou son de esas interpretaciones que te hacen creer que conoces a los personajes, que los entiendes. Que te los crees en la intimidad de ese reencuentro, cuando los ves exponiendo todos sus sentimientos, cubriendo apenas lo indispensable para no quedarse emocionalmente desvalidos. Pero tampoco cuesta imaginarlos fuera del espacio de la acción, en el mundo, con la máscara de su rol social. Un buen texto y unos grandes intérpretes han coincidido para crear unos personajes de carne y sangre. Me pareció que el joven Sergi Torrecilla estaba un poco más envarado en el papel de Eddie, el hijo de Tom, al menos en su escena inicial. Algo mejor en la final, un epílogo que busca un giro positivo a la trama, dejando en el ambiente una esperanza de felicidad al menos para uno de los protagonistas. Un rayo luminoso entrando por la ventana.

Pedro Zabalza en Diario de Noticias y en http://oscurofinal.wordpress.com/