La compañía amateur El Bardo estrena este viernes Divinas palabras, de Ramón María del Valle-Inclán, en la casa de cultura de Villava, que el domingo acogerá una nueva función de este montaje dirigido por Paco Ocaña.

Después de rodar Bodas de sangre, con la que opta al Premio Max al mejor espectáculo aficionado, el grupo asume un «reto» complejo con la puesta en escena de otro clásico español, en este caso un texto repleto de detalles, de lugares y de comportamientos que convierten sus veinte escenas en auténticos retablos de las más bajas pasiones del ser humano. No en vano, esta tragicomedia rural presenta un abanico de personajes sórdidos y miserables «movidos por las más fieras y desnudas pasiones: la lujuria, la avaricia y, siempre, al fondo, la muerte», comenta Ocaña, ansioso por estrenar este espectáculo que le ha llevado un año de trabajo desde la idea hasta la adaptación y el montaje, que comenzó a gestar ya con los miembros de la compañía en octubre del año pasado.

Sin embargo, no todo es oscuridad en esta propuesta, ya que en la aldea inventada por Valle los hechos se suceden entre la exaltación de la belleza y la extrema fealdad, y «una fuerza irracional de piedad cruza la escena y envuelve a quienes en ella se mueven a impulsos de la animalidad humana».

Para el director, esta propuesta ha sido como rizar el rizo. La puesta en escena es «muy complicada», sobre todo por la cantidad de acciones y lugares que incluye el autor, pero, aunque estas últimas horas antes del estreno están siendo un poco «agobiantes» porque «parece que a última hora quedan muchas cosas por hacer», la experiencia ha merecido la pena.

«En un primer momento la escogí porque quería un texto que permitiese contar con el mismo número de gente que ha estado en Bodas de sangre», y, puestos a ello, no quería algo sencillito, sino «mantener el nivel alto», explica Ocaña, que confiesa haber sentido «un poco de miedo» al enfrentarse a Valle-Inclán. Y más que sintieron los actores cuando empezaron a leer el texto. «Tuvimos que hacer un glosario de términos y todo», dice Elena Uriz, que encarna a Marica del Reino. «El texto tiene muchas expresiones de la Galicia rural de los años 20 y al principio se nos hizo difícil, pero luego, cuando vas penetrando en los personajes, más te gusta», añade la actriz.

Para Javier Chocarro, que interpreta al ruin Séptimo Miau, Divinas palabras es una obra «dura», pero con gusto tragicómico, en el que la realidad llega a ser asfixiante y bufa al mismo tiempo y en la que «puedes reconocer a muchos personajes de la actualidad», de esos que roban sin contemplaciones. Solo que en la obra teatral, quienes luchan por sobrevivir «son más pobres que las ratas» y los que hoy arramblan con todo «tienen mucho y quieren más».

Pese a la dificultad que acarrea producir una obra de estas características, que este actor define como «el reto de la palabra», los componentes de El Bardo están satisfechos por la colaboración que han recibido por parte del Ayuntamiento de Villava y de su técnico de Cultura, José Vicente Urabayen. «Muy pocos grupos amateurs disfrutan de esta receptividad y de estos medios», dice Chocarro, que también es el presidente de la Federación de Teatro Amateur de Navarra. Y como tal, opina que, ya que para las compañías privadas resulta casi imposible apostar por estas producciones, una de las tareas de la escena aficionada debería ser acercar al público obras de repertorio como esta. Una obra clásica, pero en absoluto incomprensible, añade el intérprete, que destaca la cantidad de recursos que han empleado -narradoras, vestuario, etcétera- para que, al igual que con Bodas de sangre, «consigamos llegar al público».