CRÍTICA TEATRO

DESDE BERLIN. Autores: Juan Villoro, Juan Cavestani, Pau Miró y Andrés Lima, a partir del disco Berlín, de Lou Reed. Dirección y dramaturgia: Andrés Lima. Intérpretes: Nathalie Poza y Pablo Derqui. Música adicional y espacio sonoro: Jaume Manresa. Escenografía y vestuario: Beatriz San Juan. Vídeocreación: Miquel Ángel Raió. Producción: Teatre Romea (Barcelona). Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Domingo 22  de noviembre. Público: Ciento cincuenta espectadores.

Perturbador Berlín de Lou Reed 

Hay musicales espléndidos y otros de a peseta. Entre estos últimos, son insoportables los que apañan una historia hilando textos de canciones con diálogos ad hoc, tratando de imitar el éxito de Mamma mía! Pero Desde Berlín es otra dimensión, pues pone en escena, en clave poética y a la vez brutalmente realista, toda la magia contenida en un excepcional LP. Un espectáculo impregnado de música, perturbador y brillante, que hubiera merecido más público.

Lou Reed (1942-2013), ajeno a lo que las discográficas entendían por comercialidad, destrozó las expectativas que había creado en 1972 Transformers, su primer trabajo en solitario tras dejar The Velvet Underground, al grabar un año después el que la revista Rolling Stones calificó como “uno de los discos más deprimentes de la historia” (y el nº 344 de los 500 mejores de todos los tiempos, aunque eso fue después). Antes dejó que uno de sus periodistas lo calificara de “desastre” que lleva al oyente a través de un submundo de “esquizofrenia, paranoia, degradación, violencia anfetamínica y suicidio”. Reed escribió diez canciones que cuentan la historia de dos desgraciados en la entonces triste capital prusiana. Caroline es prostituta y acaba junto a Jim, un heroinómano (como lo fue el propio músico) bipolar y agresivo. La obra se inicia en una calle, donde la pareja entabla relación en un encuentro plagado de humor y ternura, lo que hace que el público empatice de inmediato con los personajes. Se desarrolla a partir de entonces en un espacio único, la habitación del apartamento donde la pareja vive su amor eufórico en un primer momento, pero que pronto entra en una espiral de degradación. Droga, insultos, palizas, los servicios sociales que se llevan los niños de ella… “Ojalá hubiera una muerte natural para el amor”, repite ella por dos veces. “Nosotros nos hemos esforzado mucho para lograrlo”, le responde él.

Todas las escenas están inspiradas en las letras de las canciones de Berlín, con añadidos de otros discos que encajan en ese ambiente de desolación (como Vanishing act, del vinilo The Raven, o Perfect Day, elegía a la adicción, de Transformers). Se escuchan fragmentos mientras se proyectan vídeos en dos grandes pantallas, que hacen de paredes de la habitación, o las cantan ellos. Nathalie Poza lo hace maravillosamente, al trasluz, acompañándose de un piano, y Pablo Derqui a la guitarra. Son dos intérpretes excelentes (ella es la gran tapada de Animalario) y viven sus personajes con un realismo que impacta. Sientes el frío que se mete en la habitación por el hueco del cristal que él rompió de un puñetazo o el que les produce el mono, además de sufrir con esos confusos sentimientos que les hacen quererse y odiarse a sí mismos a cada poco. Se exponen ambos crudamente totalmente desnudos en una escena de sexo apasionada y con el mismo descarnamiento cuando ella se inyecta, pero Andrés Lima ha logrado aterciopelar ambas escenas con una coreografía pudorosa, que muestra todo sin enseñar nada, y que es uno de sus grandes aciertos como director. El otro, ese final impactante, ella desapareciendo tragada por la cama tras abrirse las venas con una cuchilla mientras suena The Bed y luego él, ya roto, extrañándola momentos antes de encarar su propio suicidio, a los sones de Sad song, que ya no necesitamos presenciar porque lo seguimos viendo al salir del teatro.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el viernes 4 de diciembre de 2015.