Crítica de «Geronimo Stilton, el musical», por Víctor Iriarte en Diario de Noticias
CRÍTICA TEATRO
GERÓNIMO STILTON, EL MUSICAL DEL REINO DE LA FANTASÍA.
Productora: Focus y Group 62 (Barcelona). Autor: Enric Llort. Dirección: Àngel Llàcer. Compositor: Manu Guix. Intérpretes: Marc Porciello, Enric Cambray, Maria Cirici, Ana Ferran, Marc Ayala, Marina Pastor, Ana Cerdeiriña y Oscar Jarque. Lugar: Baluarte. Fecha: Domingo 8 de diciembre, a las 12 horas. Público: 250 espectadores.
Olfato y gusto
Los espectáculos para público familiar de formato grande no son frecuentes en ciudades del tamaño de Pamplona, porque es muy difícil ofrecerlos al precio que el público está acostumbrado a pagar, entre 3 y 6 euros, muy por debajo del de mercado. El Gobierno de Navarra los programó durante años para popularizar el Día de Navarra, pero con los recortes económicos se ha suprimido aquella iniciativa, de éxito incontestable. A ver si le pasa factura al de la tijera.
Este público, por tanto, tiene el paladar acostumbrado al formato pequeño, obras con entre de 2 y 4 actores y una hora de duración. El sentido crítico se ajusta al precio de la entrada, pues habitualmente los padres se conforman con poco: que no se aburran los pequeños. Frente al manido tópico de que es el público “más difícil” (que lógicamente repiten incansables artistas y programadores, en una suerte de “captatio benevolentiae” tramposa), algunos pensamos lo contrario. El niño es fácilmente manejable. Si acude al poderoso reclamo de un monigote, de un personaje que conoce de la tele, es fácil que dé todo por bueno si lo ve en escena. Si oye a otros niños o a los mayores decir que les ha gustado la función, él lo repetirá también. Es de aplauso fácil y está siempre dispuesto a la participación. De acuerdo. Pero esos no deben ser los únicos baremos para juzgar. Hay que escuchar también los “silencios”. Es fundamental reclamar calidad en los contenidos, un guión exigente que ofrezca un tratamiento original y soluciones imaginativas que disparen la fantasía; buena música, vestuario y caracterización e intérpretes solventes. En este campo ha habido mucho trágala.
Baluarte ha sido el escenario este puente de cinco funciones a 22-28 euros de un espectáculo que ha elaborado Focus, la productora más potente del país. Dicho el importe de las entradas, hay que reseñar que la relación calidad-precio es buena. Este Geronimo Stilton da mucho. Son dos horas de espectáculo, catorce temas musicales bien cantados y bailados en estilos que se ajustan al carácter de los once personajes que interpretan ocho actores. La historia, basada en los populares libros de la italiana Elisabetta Dami, está bien construida en forma de viaje, que los niños siguen con atención. El ratón protagonista avanza por siete mundos de fantasía para rescatar a la reina de las hadas en un camino por el que va haciendo amigos, algunos conocidos de los lectores. En la obra hay buenos y malos, gigantes solitarios, sapos divertidos, sirenas y trolls. Los expedicionarios se sumergen en el mar, escalan montañas y cruzan paisajes nevados gracias a una doble pantalla donde se proyectan a buen ritmo dibujos animados que interactúan con los actores.
El espectáculo resuelve tres retos, además. El primero, que hay mucho texto. Todos los personajes hablan constantemente, algo que parece exigible en un espectáculo surgido de una colección de relatos, pero que suele retraer a algunos. Para nada. Siempre repito que los niños están deseosos de escuchar y se dejan encantar por las palabras, aunque no las capten en su totalidad. Los mayores también rieron algunos monólogos que sólo ellos podían entender. El segundo, que pensaba podía ser un problema grave, es que el protagonista actúa bajo la máscara del ratón, con lo que su expresividad reducida queda en desventaja frente a los secundarios que actúan a cara descubierta. No fue así al poder mover la boca y, sobre todo, porque el lenguaje corporal del actor (y de sus compañeros) fue notable. Finalmente, el penúltimo y potente tema musical, con actores en el patio de butacas, que se confunde con el final. Los niños, ya de pie y revolucionados, salvaron el fallo de dirección. Se fueron derechos a la primera fila a por el desenlace. Querían más.
VÍCTOR IRIARTE
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