CUALQUIERA. Compañía La Coja Dansa de la Comunidad Valenciana. Dirección: Santi de la Fuente. Programa:‘Qualsevol; coreografía de la propia compañía y música de Raúl Fuentes. Intérpretes: Olga Clavel, Paula Romero, Inés Muñoz, Albert García y Santi de la Fuente. Programación: Ayuntamiento de Pamplona. Fecha: 19 de noviembre de 2015. Lugar: Civivox Iturrama. Público: media entrada (3 euros).

Angustia y paciencia

La propuesta de la compañía valenciana -tan indeterminada como su título: Cualquiera-, gira en torno a una escena muy potente que se desarrolla hacia la mitad de la producción, en la que los cinco intérpretes se encierran en una pequeña caseta, casi hermética, de plástico, desafiando la falta de oxígeno, y el calor que ellos mismos producen. Es, ciertamente una escena angustiosa; para la que se pide al público -desde una voz en off- paciencia. Se logra una tensión inusitada; la sala queda en silencio sepulcral y expectante, y uno recuerda escenas de funambulismo, de situaciones extremas bajo las aguas o de magia; es claustrofóbico, agobiante. Pero ese momento álgido del espectáculo no es suficiente, a mi juicio, para mantener la tensión de los setenta y cinco minutos que dura la obra. Hasta llegar aquí, el comienzo es un tanto tedioso y de concepción poco novedosa. Y es que el salir vestidos de una determinada manera e irse quitando la ropa -incluso con esa estética de muda de serpiente- no colma, a estas alturas, las expectativas de planteamiento de un argumento. Y el final, tampoco desarrolla suficientemente la escena central; viene a ser lo mismo, pero a la inversa; o sea, vestir a un personaje. En definitiva, a la propuesta le falta lo que muchas veces hemos comentado, aplicarle las tijeras de oro; o sea cortarle treinta minutos.

En el orden estrictamente visual y dancístico, casi toda la propuesta se desarrolla en dos planos que se distraen mutuamente: mientras dos bailarines construyen la caseta, los otros tres desarrollan unos pasos convencionales de danza contemporánea para cuerpos y estilo potentes, de brazos sueltos, pretendidamente libres y poco determinados, como la música -nunca melódica- que subraya, más bien, el ritmo del pulso cardíaco.

Curiosamente, casi nos fijamos más en la lenta colocación de los hierros de la caseta que en las evoluciones de la danza. Lo mismo ocurre cuando se desmonta.

Hay episodios de encuentros y desencuentros que se entienden bien. Otros son bellos, en su dramatismo, como la jaula de oro, donde la bailarina se mueve como una cardelina desesperada. Pero otros son excesivamente crípticos, por lo menos para mi, por ejemplo, el vaciar un cubo lleno de pelotas. Se cuentan -textualmente- historias bonitas. Pero, a excepción de lo que gira en torno a la casa, todo queda un poco deslavazado. Hubo deserciones entre el público -no es un espectáculo fácil- pero, al final, se aplaudió el trabajo.

Por Teobaldos. Publicado en Diario de Noticias el martes 1 de diciembre de 2015.