CRÍTICA TEATRO

Autorretrato de un joven capitalista español. Texto, dirección e interpretación: Alberto San Juan. Lugar: Escuela Navarra de Teatro. Fecha: Domingo 5 octubre. Público: 275 espectadores. Lleno.

Ironía y mayéutica

Sale a escena Alberto San Juan y, de entrada, es recibido con una ovación, algo que en artes escénicas sólo sucede a los músicos. Se veía claro que el público estaba ganado de antemano. Sin embargo, el patio de butacas recibe un sopapo: quien les habla gasta una tarjeta bancaria de una entidad que ha vendido preferentes y ha dejado en la calle a ciudadanos que no podían pagar la hipoteca; recibe electricidad de una de esas compañías que estafa sistemáticamente cobrando la luz más cara de Europa, ve televisiones que solo emiten basura… Quien toma la palabra es un joven capitalista español al que le iba muy bien en la vida y en su profesión y que, ahora que se ha dado cuenta de que esto no es jauja, plantea en voz alta una serie de preguntas.

“El espectáculo podrá gustar o no gustar, pero no se podrá negar que el chaval ha leído”, se enjuicia a sí mismo el actor. Toma unos cuantos libros –al alcance de cualquiera, Vicenç Navarro, Cercas, Franco Salgado-Araujo, Abril Martorell– y lee fragmentos. Y pregunta. Se reconoce menos culto e informado que cualquiera de los que tiene enfrente, así que espera respuestas del auditorio.

Todo el discurso mantiene la tesis popularizada en los últimos años de que la Transición fue pura filfa porque el cambio de la Dictadura a la democracia no modificó ninguna de las estructuras económicas (y de poder) anteriores, y el resultado es el gobierno actual en interés de unos pocos aquí dentro y de quienes nos supervisan ahí fuera, las grandes organizaciones capitalistas internacionales. Y con el acrónimo que popularizó “el señor” Margaret Thatcher: TINA, “There is not alternative”. Esto es lo que hay y las cosas no pueden ser de otra forma.

“Teatro relajao”. Así definió San Juan su discurso-espectáculo. Que fue teatral porque domina la oratoria y la puesta en escena, tuvo su “parte audiovisual” –en una cassette se oyó una canción de José Menese– y estructuró todo su razonamiento con los dos resortes del discurso socrático: la ironía –hubo mucha, el público no paró de reír– y la mayéutica, el arte de preguntar para que el espectador saque de su interior conclusiones que no sabía que conocía.

Ironía. “Dicen que los Borbones son un poco retrasados (risas). Pero Jorge Vestringe, que fue secretario general de AP, ha declarado sin recibir ni una sola querella por injurias que el anterior rey recibe una comisión de cada barril de petróleo que España importa (silencio). Lo han detenido por protestar por los escraches, pero no por eso (risas). Luego el rey no será tan tardo como dicen” (ovación).

Mayéutica: “Aznar privatizó la pública Endesa y hoy, como asesor, cobra 200.000 euros al año de esta empresa. Puede ser una casualidad, no digo que no”. “Felipe González da discursos en la Asociación de Defensa de la Transición que preside el general Casinello, ex jefe de los servicios secretos, el que dijo que lo que se sabe del 23-F ya se sabe y que lo que no, que mejor que no se sepa”.

Durante 110 minutos, denunció que la producción de ignorancia y miedo sea “política de estado” en España y a quienes de lo público sólo les interesa el orden. No pronunció ni una sola vez la primera persona del plural del presente de indicativo del verbo de moda, poder, pero todos lo escuchamos.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el sábado 11 de octubre de 2014.