El diccionario. Autor: Manuel Calzada Pérez. Dirección: José Carlos Plaza. Intérpretes: Vicky Peña, Helio Pedregal, Lander Iglesias. Lugar y fecha: Teatro Gayarre, 25/07/2013. Público: dos tercios de entrada.

El oxímoron

UN oxímoron es, según el Diccionario de Uso de María Moliner, una «figura retórica que consiste en la unión de dos palabras de significado opuesto; por ejemplo dulce derrota o soledad sonora». Se menciona esta definición durante la representación de El diccionario, la obra sobre la filóloga y lexicógrafa escrita por Manuel Calzada. Su texto parte de lo que es, en cierto modo, un oxímoron vital: una diccionarista (diccionarista: persona que hace diccionarios) que pierde progresivamente el lenguaje debido a una enfermedad cerebral. Como si hubiera volcado todo su conocimiento de las palabras sobre el papel, dejando su cerebro vacío.

El diccionario está contenido entre dos escenas que forman una especie de signos de paréntesis de la narración. En la primera escena, María Moliner se dirige al público como si fueran los asistentes a un acto académico y procede a leer un discurso. En la escena final, un epílogo que actúa como contrapunto más pausado al clímax del deterioro mental y físico del personaje, se revela que el discurso está dirigido a los miembros de la Real Academia Española, que le negaron el acceso a la institución que «limpia, fija y da esplendor«. Moliner les lee su definición de la palabra «libertad»: «Facultad del hombre para elegir su propia línea de conducta, de la que, por tanto, es responsable«. Ella escogió su entrega a la compilación y clasificación de las palabras como una tarea existencial, arrastrando las consecuencias que eso tuvo en su vida, especialmente en su matrimonio. ¿Para qué? Bueno, la obra nos muestra que hacer un diccionario es más que recoger palabras. El lenguaje define la realidad. «Como bien saben los poderosos«, nos recuerda el personaje. También se dice en la obra que tiene su matiz decir sacerdote en vez de cura; en vez de fascistas, nacionales; y llamar a Franco el Generalísimo. Fijar el significado de las palabras es un acto de rebeldía contra la falsedad, el único acto posible para una represaliada como la Moliner.

La familia, la represión franquista, la lucha contra la enfermedad, y, sobre todo, la obsesión de la protagonista por terminar su diccionario conforman los pilares sobre los que Manuel Calzada construye su texto. No es un biopic y, sin embargo, creo que nadie diría que falta algo sustancial de la vida de la lingüista. Calzada muestra la esencia, a veces con leves apuntes, con trazos sintéticos, pero con precisión de diccionarista: la vida (de María Moliner) era esto. La dirección de José Carlos Plaza acrisola las palabras vertidas sobre el papel para conseguir espléndido teatro, de una notable intensidad en la mayor parte de las escenas, tal vez con algún leve descenso de voltaje dramático hacia el final. Hay momentos magníficos: en general, todo ese duelo que mantiene la protagonista con el neurólogo responsable de su tratamiento, y, especialmente, cuando el examen médico de este último se confunde en la cabeza de ella con el interrogatorio que sufrió en las purgas franquistas. O la escena que muestra a la Moliner en el momento álgido de su decadencia mental, capaz de conmover al más pintado.

Por supuesto, una tremenda parte del mérito de la función hay que atribuírselo a su actriz principal, una Vicky Peña que demuestra estar en estado de gracia interpretativo. Su María Moliner transmite un abanico de matices: serenidad, ironía, obstinación, temor, y muchos más, hasta llegar al desvalimiento más absoluto. Aunque Peña se lleva la mayor parte de la atención, tampoco es justo no subrayar la excelente labor de Helio Pedregal, en el papel del médico, y la de Lander Iglesias, encarnando al marido de la lexicógrafa.

Pedro Zabalza en Diario de Noticias y en el blog Oscuro final.